Mi vida no ha sido fácil, unos ojos tristes son buena prueba de ello. Viajamos en furgoneta, nuestros asistentes sociales creen que un fin de semana en un ambiente rural alejados de nuestra oscura cotidianidad nos hará bien. Tres chicos me acompañan. Les miro, les observo, uno de ellos es el típico imbécil gracioso que va de tipo duro, la clase de tío que se golpearía en un ojo el mismo haciendo el idiota y luego correría a contarle a sus amigos que se metió en una pelea la noche anterior. Lleva la palabra “muerte”, tatuada en la frente. Los tipos como él siempre mueren los primeros en las pelis de terror. A su lado, un chico negro con pinta de macarra, es su putilla, le ríe todas las gracias, su esperanza de vida tampoco va muy allá. Detrás, otro chico, callado, tímido, atormentado incluso. Tengo mis reservas sobre él, pero no me atrevo a decir que no sería alguien de quien me pudiese enamorar.
Miro por la ventanilla, él también lo hace, tenemos una conexión, se huele que vamos a ser los protagonistas de la película. En el paisaje rural, en medio del campo, una visión fugaz, un lienzo pintado en carne, el de unos niños en coro torturando a palazos a otro que está colgado como si se tratase de un espantapajaros. Uno de los niños, cuando ya hemos pasado de largo, es perseguido por la cámara hasta que esta le roba un primerísimo plano, él, le contesta con una mirada que dice más que mil palabras. No tengo duda, la historia va de niños asesinos. Esos pequeños cabrones, nos las van a hacer pasar putas... y todo esto lo digo sin pasar por alto el detalle del curioso prólogo de la película, plagado de gore a mansalva que ya de entrada dice mucho de las intenciones del director, el inglés Alex Chandon, padre de aquella “Cradle of Fear” protagonizada por el pequeño “Dani Filth de los también ingleses Blackers, “Cradle of Filth” (por cierto, sus cuatro primeros discos, grandiosos todos ellos. De ahí en adelante, pura auto parodia).
Llegamos a nuestro destino, una casa destartalada, una puta ruina de casa, me siento como Tom Hanks en aquella mítica comedia ochentera. Las banalidades del trabajo en equipo, sirven al menos, para que los espectadores nos conozcan un poco mejor y vayan haciendo sus propias cábalas sobre quien morirá primero. Más tarde, al atardecer, partimos hacia el pueblo a tomar algo en un pub. En su interior, me alberga la duda, aquello está plagado de campesinos con deficiencias mentales y dudosos dogmas de moralidad, si la función tenía pinta de “Los Chicos del Maíz”, ahora la cosa me huele más a cosas como “Defensa” o “Camino Sangriento”. El dueño del local, un tipo muy salado, ya enseña maneras y el espectador más astuto, ya se puede oler que algo huele mal en el lugar y que es precisamente el barman, quien tiene todos los números de haber pisado el “popo” (dígase también “caca” o “mierda” por los parlantes menos refinados).
En la vida existen dos clases de personas, las que cierran la puerta del baño cuando van a hacer sus necesidades, y las que no. A las primeras les atribuiremos decoro y prudencia, a las segundas... bueno, las segundas son unas cerdas... pero, ¿a quién no le gustaría asomarse con disimulo para ver como la chica más bonita del universo obsequia al vil inodoro con su cobrizo tesoro líquido? Aissss... lo reconozco, tengo el gen de Vigas Luna y soy un poquito cochino. Esto venía por algo, a si.. pues en el cine, existen dos tipos de víctimas tipo, las activas y las pasivas. A las primeras las recordaremos con cariño sea cual sea su destino, les atribuiremos valores tales como el valor, el compañerismo, la inteligencia, el temple... a las segundas apenas se las recuerda, y “sus cualidades” son más bien poco recomendables de incluir en un currículum vitae, tales como el paso ligero, la cobardía, el egoísmo y la mezquindad. En “Inbred”, por sueste, vamos a encontrarnos con los primeros y esto, ya le sube muchos enteros a una película que, y esta feo que yo lo diga porque soy la protagonista, de original tiene más bien poco.
Es por ello, que para su máximo disfrute, es necesario que no esperemos ser sorprendidos por unos glúteos firmes cuando todo apunta a unas nalgas flácidas, que no esperemos encontrar nada más de lo que a priori promete. Esto es: Asesinos rurales, jovencitas víctimas, algo de humor negro y gore, mucho gore. Esto es lo que tiene por ofrecer “Inbred”. Un montón de situaciones que ya hemos disfrutado (o sufrido) antes en cientos de títulos similaes, unas gotitas de esencia de su creador (la sangre gratuita que dirían algunos, siempre ha sido el leit motiv de Chandon) y el entrañable humor británico de toda la vida que tan bien suele funcionar, ya sea por brillante, o por absurdo, en este caso en particular, se aboga más por lo segundo. Nos van a perseguir, nos van a torturar, algunos moriremos, otros intentaremos sobrevivir, incluso algunos nos enamoraremos para darle algo más de dramatismo al asunto.
No es porque sea mi película, pero hay que reconocer que todos lo hacemos bastante bien, vale que mis compañeros y yo estamos algo estereotipados, eso no os lo voy a negar, y vale también que en la mayoría de ocasiones, el recurso de la “sangre fácil”, es utilizado para tapar las carencias de un guión flojo o inexistente, vale, y este, más me pese, puede que también sea el caso de “Inbred”, vaaaaaaaale, ¿pero que más da? ¿No nos habéis acompañado para pasar un buen rato? pues eso es lo que os vamos a ofrecer, porque diversión aquí hay para dar y tomar. Por lo tanto, todos aquellos amantes o simpatizantes del survival, del torture porn, o de ambos, vais a disfrutar como un fraggel en una ducha de cristales opacos (lo se, es un ejemplo lo menos, curioso). También aquellos que gusten del buen humor negro y de la casquería de corte más irreverente van a encontrar aquí su pedacito de cielo.
Y yo os dejo porque me parece que se han cargado a todos mis compis y me encuentro en ese punto en el que no tengo muy claro si esto va a tener un final feliz en plan me subo al coche de un desconocido y escapo del terror, aunque con imborrables secuelas psicológicas al tiempo que aparecen los títulos de crédito, o bien soy víctima de una brutal e inesperada muerte que os pilla a todos por sorpresa (y a mi misma, claro). Así que lo único que me queda, antes de salir por patas y enfrentarme a un incierto destino, que estos ya están aporreando la puerta y van armados hasta las tachas, es recomendaros encarecidamente, el visionado de “Inbred” e insisto, no es porque sea mi película, sino porque realmente, vale la pena dedicarle hora y media a lo nuevo de Alex Chandon.
Se sube el telón y se ve a una bella mujer con las piernas cruzadas apretándolas muy fuerte y mordiéndose el labio inferior mientras mira al tendido: Su brutalidad visual y su hilarante humor macabro de corte británico.
Se sube el telón y se ve a a esa misma mujer, comiéndose un bistec ruso (y este termino solo se lo he oído decir a dos personas, una era mi abuela) con cara de amargada por no decir de atormentada: Su nula originalidad y el hecho de que su carácter cómico, puede tirar para atrás a más de uno.