Sí hacemos un poco de historia, podemos afirmar que el señor Friedkin, alcanzó la gloria en la década de los setenta con un portentoso policíaco titulado The French Connection, con la que consiguió la estatuilla al mejor director, una (por no decir, la) obra cumbre del género de terror como es El Exorcista (que le valió otra nominación a los premios Oscar) y un remake complejo y maldito de la obra El Salario del Miedo de Clouzot, titulada Carga Maldita (Sorcerer). La década siguiente sería un querer y no poder con más sombras que luces, aunque con un par de títulos buenos e interesantes, cómo fueron, A la Caza (Cruising) y Vivir y Morir en los Ángeles (To Live and Die in L.A.), aunque sin alcanzar ni mucho menos cotas pasadas, e inició una lamentable década de los noventa con el film que nos ocupa y que era el regreso (esperado, todo hay que decirlo, por una parte importante del público) al género fantástico y de terror que tantas alegría y dividendos le había reportado. (El motivo de este breve repaso, innecesario pensará alguno, es recordar que este tipo sabe lo que es contar historias y hacerlo con nervio y contundencia, y por lo tanto es algo que debemos exigirle).
La Tutora (The Guardian), debía ser la adaptación cinematográfica de la novela The Nanny de Dan Greenburg, famoso autor de relatos para niños estadounidense, y que versaba (mejor dicho, versa) sobre una niñera que es un vampiro y se alimenta de los niños que cuida. La cinta iba a ser dirigida en un principio por Sam Raimi, autor que se encontraba en un buen momento después de cosechar dentro del fantástico y terror dos rotundos éxitos, como Posesión Infernal (Evil Dead) y el posterior pseudo-remake Terrorificamente Muertos (Evil Dead II), pero al tener que elegir para la productora Universal entre filmar este trabajo o Darkman, se decantó, como todos sabéis, por esta última. El guión escrito por el propio Dan Greenburg y Stephen Volk, quedó huérfano hasta que llegó en forma de encargo a las manos de Friedkin. Este no estaba contento con el tratamiento dado a la historia y junto a Stephen Volk, reescribieron gran parte del guión, hasta el punto que Volk abandonó (ya que no reconocía el manuscrito original) y fue el propio Friedkin quien finalizó la escritura del mismo. “La Niñera” había mutado hasta el punto que apenas guardaba relación alguna con el guión original, y mucho menos con la novela. La niñera había dejado de ser una vampiresa para convertirse en...
¿Qué cuenta entonces La Tutora (por cierto, enésima mala traducción del título original)? ¿De qué trata la película? La sinopsis puede resumirse en que es la historia de una druida (sí, empezamos el festival de los despropósitos) que se hace pasar por niñera, para poder acceder a jóvenes recién nacidos que al cumplir las cuatro semanas de edad sacrifica en honor a (o vaya usted a saber qué, pues no se aclara en la película) los espíritus malignos que habitan en un gran árbol en las afueras de una zona residencial de Santa Mónica (California), los cuales toman la sangre de los bebes, y en su camino se cruza una joven pareja que se acaba de mudar de Chicago y tienen un neonato (¿Qué os parece el cóctel de agua, aceite y vinagre? A priori difícil de digerir, ¿verdad?).
A un guión de frenopático, se integra un equipo técnico y artístico de completos desconocidos, que no llegaron a labrarse una carrera muy brillante (siendo, tal vez, Miguel Ferrer el actor que más proyección a conseguido de cuantos aparecen en el film), una producción de serie B autoconsciente que por momentos se transforma en telefilm y comandado, todo ello, por un director que no es ni la sombra de lo que había sido y que claramente puso el piloto automático y se dejó llevar. El ejemplo más claro es lo poco cuidadoso de la planificación de las escenas, planos desde ángulos extraños, la nula o escasa tensión que se transmite por una inexistente, o inadecuada, utilización de la fotografía y el montaje para generar mal rollo y una banda sonora anodina que no aporta absolutamente nada y que no enfatiza los supuestos momentos álgidos (por no hablar de los continuos fallos de raccord). ¿Por qué la iluminación nocturna en el bosque parece sacada de un mal video-clip de la época? En definitiva, con todos estos mimbres, el conjunto se salda con una decepción enorme, indigna de quien nos aterrorizó (¡y de qué forma!) en 1973 con un exorcismo antológico, que creó escuela (y es estudiado y analizado en más de una).
En la parte interpretativa sólo la enigmática y morbosa Jenny Seagrove, que da vida a Camilla, la niñera-druida merece ser destacada y en el apartado técnico alguna escena violenta con algún ligero toque gore (desmembramiento). Tal vez por ello, Friedkin, intenta aprovechar la presencia inquietante de Seagrove para dotar al film de un cierto aire de sensualidad perversa que lamentablemente queda en unos semidesnudos sin mucho sentido y alarga las escenas violentas donde, o bien el “árbol maligno” o los coyotes (que se ve que son lobos, pero en la versión original se menciona que son coyotes), que acompañan a la malvada niñera en sus escapadas nocturnas, acometen embestidas contra aquellos que intentan impedir que lleven a cabo sus terroríficos planes.
Lo verdaderamente lamentable es que bajo tal cantidad de despropósitos e incoherencias (ver más abajo en la zona spoilers), en la idea primigenia se escondía una historia con grandes posibilidades (ahora es cuando más de uno esbozará una sonrisa socarrona), que básicamente se trunca en sus cimientos, es decir, en el guión. Como casi siempre, todo hay que decirlo.
Un par de años más tarde, en el año 1992, Curtis Hanson realizó una película sobre una niñera que se instala en la casa de un matrimonio para cuidar del hijo recién nacido y acaba resultando una psicópata vengativa, que pese a no contar con elementos fantásticos, era más aterradora, generaba más tensión y era mejor película que la que nos ocupa. Aquella película llevaba por título La Mano que Mece la Cuna (The Hand that Rocks the Cradle) y fue uno de los títulos taquilleros de aquel año. Algún guionista ligeramente avispado o simplemente sobrio vio que La Tutora podía reescribirse y convertirse en una película atractiva. La guionista que dio con la tecla adecuada fue Amanda Silver (o al menos una mucho más acertada).
Así que si no tenéis 11 años o similar (La primera vez que la vi tenía 14 años y debo reconocer que un par de escenas me llamaron la atención. Lástima que ahora no tenga esa edad), si consideráis El Exorcista una referencia indiscutible del terror y del cine en general y si tenéis cosas mejor que hacer un domingo por la noche (fregar los platos, estudiar, planchar la ropa del día siguiente, jugar al mus, clavar agujas a un/a muñeco/a en forma de ex pareja, etc.) que ver esta película en la programación de vuestro televisor, no perdáis el tiempo. Al menos es de agradecer que sólo dure 88 minutos, los cuales se pasan relativamente rápido entre una nada excitante secuencia inicial de presentación de la niñera maligna, un nudo anodino y un desenlace grotesco.
Si a pesar de lo mencionado os pica la curiosidad, al menos, tened la precaución de verla en versión original, pues el doblaje en castellano sí es verdaderamente terrorífico.
Zona spoilers:
¿Qué clase de padres contratan a una niñera para que se instale con ellos y cuide de su recién nacido y no comprueban las referencias de la solicitante del puesto? Evidentemente los de esta película.
¿Por qué si la druida-bruja-niñera tiene poderes para hacer desaparecer rastros de sangre y cadáveres (literal, desaparecen en cuanto pasa la mano por encima de ellos), no borra los mensajes del contestador? Pero es que aunque no tuviera dichos poderes, ¿por qué no los borra si sabe que dichos mensajes la incriminan?
¿Por qué el vecino arquitecto, cuando descubre que la niñera no es “normal”, llama a la familia y deja un mensaje a medias en el contestador? ¿Tanto cuesta terminar una frase?
¿Por qué se introduce una secuencia onírica innecesaria? ¿Tal vez para alargar la duración de lo debió ser un mediometraje?
¿Por qué la malvada niñera-druida para huir de los perseguidores corre y para perseguir a sus víctimas vuela?
En la escena en el hospital donde el bebe enfermo recobra las constantes vitales y el padre va a avisar al doctor de lo ocurrido, ¿Por qué la madre no ofrece ningún tipo de resistencia al intento de secuestro por parte de la niñera? ¿Y por qué cuando llega el padre (sólo) de nuevo a la habitación y desbarata la acción de secuestro, huyen con el bebe como locos?
¿Por qué ese final con un montaje en paralelo de la niñera-druida desnuda y con maquillaje en forma de corteza de arbusto que intenta secuestrar al niño y del padre armado con una moto-sierra, cual Ash de saldo, intentando cortar el árbol, me resulta totalmente ridícula?
Demasiados por qué sin respuesta e incoherencias para que pueda valorar positivamente esta película, pero tal vez lo que más resuena en mi cabeza es ¿Por qué hizo esta película señor Friedkin?