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La increíble épica

jueves, 11 de octubre de 2012

The Day

Douglas Aarniokosky, padre de aquella secuelísima “Los Immortales: Juego Final” (y si, a mi me gustó) aterriza en el festival de Sitges 2012, como no podía de ser de otra forma en la presente edición, con un nuevo pedacito de apocalipsis bajo el brazo, una de esas recurrentes visiones color de rosa sobre un futuro distópico donde la raza humana ha involucionado hacia su propia auto destrucción (como si no tuviésemos ya suficiente con el presente que nos ha tocado sufrir), que en realidad, no es otra cosa que un fidedigno retrato del ser humano y de sus miserias, que no son pocas.

“The Day”, que perfectamente podría funcionar como anexo a aquella estupenda “The Road” de John Hillcoat, vuelve a situarnos en un futuro impreciso donde la raza humana ha sido expuesta a algún tipo de desastre indefinido que ha convertido a la tierra, en un inmenso coto de caza donde el pez grande, se come al pequeño (y esto es literal). Los supervivientes al holocausto, se han unido en clanes para garantizar así su bienestar y, al tiempo, parece ser también, que estos han sido divididos por una serie de digamos... divergencias, a la hora de entender el concepto de la supervivencia. Esto es, aquellos que siguen rigiéndose por las pautas de moralidad pre establecidas, y por otro lado, los que han dejado de lado sus principios, y se han dejado seducir por la necesidad y por el hambre, convirtiéndose en caníbales. Esto, dibuja dos claras facciones y otorga roles a ambos bandos. Los que quieren comer, y los que no quieren ser comidos.

En este marco, encontramos a un grupo de supervivientes (de los que no quieren ser comidos) que se desplaza por los áridos parajes de un mundo antaño civilizado y hoy, regido por la barbarie, en una huida perenne hacia un nuevo amanecer, hacia un nuevo día. Ellos (los que quieren comer), son mayoría, son implacables, y jamás cesarán en su empeño de darles caza, certeza por la cual, no pueden permanecer mucho tiempo en el mismo lugar. La llegada a una casa en medio del bosque, se convertirá en un punto de inflexión en su viaje y les obligará a unir fuerzas para intentar sobrevivir al ataque de los caníbales.

La película de Aarniokosky, bajo su envoltorio de thriller apocalíptico de dudosa denominación de origen y de claras referencias a títulos tan mainstream como la mencionada “The Road”, o a cositas más intimistas como “Tooth & Nail”, por no hablar ya de ecos a obras de referencia como “La Noche de los Muertos Vivientes” o “Asalto a la Comisaria del Distrito 13”, esconde algo más, esconde pequeños frascos rellenos de moralejas sobre temas tan dispares pero tan humanos, como son el concepto del bien y el mal, la moralidad, la soledad, la confianza, la amistad, las segundas oportunidades o la venganza. El director se saca todos estos potecitos de sus bolsillos y los pone sobre la mesa, una mesa de cristal a través de la cual, asistimos a un relato paralelo, uno que se mueve por derroteros bien distintos y que son guiados por otro trazo inherente al ser humano, la violencia. Y es mientras degustamos toda la violencia y acción frenética contenida en “The Day”, cuando el anfitrión va destapando los tarros en cuestión y nos los va acercando a la nariz a la justa distancia y en el justo espacio de tiempo, para que podamos captar su esencia, pero sin apenas tiempo para recrearnos, casi como un sueño, como ese sueño que uno apenas recuerda al despertar. Y mientras tanto, violencia, violencia y más violencia y con ella, un olor, este si, intenso y continuado, el olor de la sangre.

Para mi, este es el principal “pero” que se le puede achacar a la película, el acomodo en la vertiente más carnal del relato en sacrificio de profundizar en los abundantes dilemas emocionales o existenciales, que el filme plantea. Esto, limita en gran medida tanto la profundidad de los personajes como de sus relaciones, lo cual no quiere decir que “The Day” sea una película vacía o superficial, pues a la postre, termina planteando un buen puñado de interesantes cuestiones al espectador, pero si que deja en este, la sensación de que se podría haber estrujado un poquito más la naranja para dar forma a una historia con algo más de fondo y complejidad, de lo que al final termina siendo, la clásica ídem de asedios.

A nivel técnico, reproches ninguno. Todo lo contrario. Una cinematografía solida y agresiva, pero al tiempo, con mucho mimo por el detalle, preciosista incluso en ciertos pasajes. Con una banda sonora muy apropiada y efectiva, que no excesivamente original (parece un remix del tema principal de “28 Días Después”) y un reparto plagado de caras conocidas, donde destacan gente como Ashley Bell ( El Último Exorcismo”), Dominic Monaghan (“Perdidos”), Shawn Ashmore “Frozen”) o un Michael Eklund “The Divide”), algo sobre actuado dirían algunos, pero que se come la pantalla en cada plano, como dirían otras, en otro de esos personajes hechos a su medida.

Violencia extrema, mucha sangre, mucho gore, mucha acción, sencilla pero elegante puesta en escena, personajes de medio recorrido en general, aunque a algunos les basta para brillar como tímidas estrellas en la más oscura noche, véanse los de Ashley Bell y Michael Eklund y alguna que otra invitación a reflexionar sobre quienes hemos sido, quienes somos, y lo más importante, quienes queremos ser, Muy recomendable.

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