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La increíble épica

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miércoles, 27 de junio de 2012

La Teoría del Todo

La teoría del todo (James Marsh, 2014)

Después de la entretenida The Imitation Game, esperaba otro film biográfico británico al que la falta de innovación y credibilidad histórica impidiesen brillar con fuerza. Y, si bien no me encontré ante un desenfreno de emociones, sí disfruté de una historia real maravillosamente bien contada que resultó tener mucho más que ofrecer de lo que las apariencias auguraban.

Rodaje de La teoría del todo (James Marsh, 2014)
James Marsh dirige la alegre escena inicial de
La teoría del todo, que augura la vitalidad de la obra
El interés del escritor y guionista Anthony McCartenpor la figura de Hawking data de 1988, cuando leyó su obra Breve historia del tiempo. Por tanto, cuando leyó la biografía de Jane Wilde Hawing, exmujer del cientifíco, en 2004, decidió embarcarse en la adaptación cinematográfica de la misma sin garantía alguna. Tras múltiples borradores para los que se reunió a menudo con la propia Jane, su guion recibió la atención de la productora Lisa Bruce, quien le ayudó a conseguir los derechos. Fue así como el film pasó a manos de Working Title, quizá la productora británica más prolífica del momento. Finalmente, James Marsh, ganador del  Óscar a mejor documental por Man on Wire (2008), fue elegido como director de la cinta, decisión perfecta para mantener el carácter realista de la misma. De hecho, desde el principio se buscó proteger fielmente la realidad, para lo que se tomaron imágenes de archivo como base y se realizó un exhaustivo proceso de documentación. Y, si bien el resultado es, en ocasiones, ligeramente repetitivo debido a nuestro conocimiento de la historia original y el momentáneo estancamiento de la misma, rara vez pierde el guion nuestra atención y empatía.

Felicity Jones en La teoría del todo (James Marsh, 2014)
La obra se basa en la biografía de Jane Wilde Hawking,
con lo que Felicity Jones se gana nuestra empatía
Clave de esto último es la sorprendente pareja protagonista. El papel de Hawking fue a parar a Eddie Redmayne, popular gracias a protagónicos pero insustanciales papeles en Mi semana con Marilyn (Simon Curtis, 2011) y Los miserables (Tom Hopper, 2012). El joven actor británico trabajó duro para dar un necesario giro a su carrera, perdiendo siete kilos, entrenando durante cuatro meses con una bailarina para aprender a controlar su cuerpo y pasando horas y horas frente al espejo ensayando posturas imposibles, algo que le terminó suponiendo una alteración en la alineación de la columna. Pero el esfuerzo valió la pena, pues su transformación en el famoso astrofísico es impresionante y acaba de ser reconocida con un Globo de Oro a mejor actor dramático por encima de su compatriota y amigo Benedict Cumberbatch (por la mencionada The Imitation Game), quien precisamente encarnó al científico en el telefilm Hawking (Philip Martin, 2004). Su pareja en pantalla, Felicity Jones, no se queda atrás: quizá su sutil papel no sea tan agradecido, pero no por ello es menos complicado, y la  joven actriz de Cómo locos (Drake Doremus, 2011) y La mujer invisible (Ralph Fiennes, 2013) lo encarna con la misma determinación con que la auténtica Jane Hawking lidió con la dura enfermedad degenerativa de su marido. Tanto Redmayne como Jones recibieron los consejos de los Hawking, llegando Stephen a ceder su propia voz electrónica, así como elementos originales de atrezzo como su Medalla de la Libertad y su tesis firmada, como muestra de su satisfacción con la obra.

Póster de La teoría del todo (James Marsh, 2014)

Charlie Cox, David Thewlis y la siempre efectiva Emily Watson aportan buen aporte secundario, conscientes de que los laureles corresponde a Redmayne y Jones, quienes suman dos de las cinco merecidas nominaciones a los Oscars de La teoría del todo (las otras tres corresponden a los apartados de película, guion adaptado y banda sonora original). Esta última, bellamente compuesta por el islandés Jóhan Jóhansson (recién galardonado con el segundo Globo de Oro recogido por la cinta) y grabada en Abbey Road, será la mayor baza del film la noche del 22 de febrero. La emotiva orquestación acústica es el perfecto envoltorio de la obra, cuyos exteriores fueron rodados en los apacibles rincones de Cambridge, donde Hawking recibió su formación (y, curiosamente, Redmayne también). El ambiente universitario juega un importante papel durante las primeras escenas, aunque es pronto dejado de lado a favor del hogar de los Hawking, donde Stephen y Jane aprenden a afrontar los reveses de la vida y mantenerse fieles el uno a otro, incluso iniciando una familia; ahí es donde la cinta se convierte en una hermosa reflexión sobre los regalos y sacrificios del matrimonio. Todo ello contrasta fuertemente con las realistas pero erróneas palabras del médico que afirmó que Stephen Hawking sólo viviría dos años más tras diagnosticarle una terrible enfermedad motoneuronal relacionada con la esclerosis lateral amiotrófica (ELA).

Jones y Redmayne en La teoría del todo (James Marsh, 2014)

De hecho, toda la vida del famoso científico es un auténtico milagro que el film se esfuerza en retratar sin olvidar por ello su carácter ateo, derivado de sus interesantes investigaciones. Aunque ya no son pareja, a día de hoy Stephen y Jane siguen siendo amigos, y ambos recibieron la película con gran entusiasmo, alabando especialmente el trabajo de los dos protagonistas, en cuyos gestos y formas de expresarse se sintieron completamente reflejados. Famosa es ya la anécdota de que, durante el visionado del film en el Festival de Toronto(donde tuvo lugar el estreno oficial), una enfermera hubo de limpiar una lágrima de la mejilla de Hawking. Ni fue la primera ni desde luego la última lágrima derramada ante una cinta que ha sido capaz de alejarse del mero carácter biográfico para convertirse en un poderoso canto sobre la fuerza del amor y la necesidad de sacar el máximo partido a esta vida, ya que, con alta probabilidad científica, será la única que tengamos.

martes, 26 de junio de 2012

The Imitation Game



The Imitation Game (Morten Tyldum, 2014)
Keira Knightley y Benedict Cumberbatch son
dos de los actores más nominados del año
La historia de la creación del film se remite a 2011, cuando el guion del mismo, del escritor Graham Moore, encabezó la llamada Black List, que incluye a los mejores guiones de Hollywood no producidos. Warner Bros. compró el libreto por una suma de siete cifras debido al interés de Leonardo DiCaprio en interpretar a Turing, pero, cuando la estrella se apartó del proyecto, los derechos fueron devueltos al guionista y adquiridos por Black Bear Pictures. La película recibió el apoyo del Fondo Cineasta Sloan del Festival de Tribeca, destinado a cintas relacionadas con la ciencia y las matemáticas. Tanto David Yates (director de las últimas cintas de la saga Harry Potter) como el mencionado Ron Howard fueron considerados para dirigirlo, pero en diciembre de 2012 se anunció que el noruego Morten Tyldum, realizador de Headhunters(2011), había sido el elegido. The Imitation Game es, por tanto, su primera cinta en inglés. ¿Habrá afectado eso a la capacidad inventiva del cineasta?

Rodaje de The Imitation Game (Morten Tyldum, 2014)
Morten Tyldym dirige a Benedict Cumberbatch
en el cuidado set de The Imitation Game
El rodaje tuvo lugar entre el 15 de septiembre y el 11 de noviembre de 2013 en las localizaciones reales de Inglaterra, lo que sin duda ayuda al realismo del resultado. Tras un proceso de licitación contra otros cinco estudios, The Weinstein Company adquirió los derechos de la película por una cifra récord de siete millones de dólares en febrero de 2014, la cantidad más alta jamás pagada por los derechos de distribución en Estados Unidos en el European Film Market. Pero la cinta se ganó su precio, obteniendo el  prestigioso Premio del Público en el Festival de Toronto e innumerables nominaciones a los principales premios de la industria desde entonces, siempre acompañado de otro film británico relativamente similar: La teoría del todo, biopic de Stephen Hawking dirigido por James Marsh y protagonizado por un sorprendente Eddie Redmayne.

The Imitation Game (Morten Tyldum, 2014)
Keira Knightley, Matthew Beard, Matthew Goode,
Benedict Cumberbatch y Allen Leech
Especialmente aclamado ha sido el trabajo del protagonista Benedict Cumberbatch, lanzado a la fama por la serie Sherlock, en la que interpreta un papel curiosamente parecido. Aunque el año pasado ya vimos al intérprete británico en la oscarizada 12 años de esclavitud, de Steve McQueen, The Imitation Gamesupone, sin duda, la consolidación definitiva de uno de los actores más prometedores del panorama actual. Curiosamente, todo el reparto es bastante televisivo, pues, junto Cumberbatch, encontramos a Allen Leech (Downton Abbey), Matthew Goode (The Good Wife), Charles Dance (Juego de Tronos), Matthew Beard (Rogue) y Mark Strong (The Long Firm). La excepción que confirma la regla es la siempre encantadora Keira Knightley, quien está recibiendo por fin la atención que merece sin hacer nada que no haya hecho antes. Tanto ella como Cumberbatch tienen prácticamente asegurada la presencia en los Oscars, que, si no quieren contradecir la unanimidad de los Globos de Oro, los Critic’s Choice Awards, los Satellite Awards, los BAFTA y los galardones de los Sindicatos, también nominarán al film en las categorías de mejor película, guion adaptado y banda sonora (compuesta por el gran Alexander Desplat, quien, probablemente, se irá de vacío por séptima vez).

Entre las candidaturas menos seguras está la del propio Tyldum, ya que su realización resulta demasiado plana, previsible y convencional. De hecho, el proyecto podría haber sido mucho más interesante en las experimentadas manos de —por ejemplo— David Fincher, quien sí debería optar al Óscar este año por Perdida. Tampoco las tiene todas consigo el director de fotografía español Óscar Faura, quien obtuvo el puesto gracias a su llamativo trabajo en las cintas de J.A. Bayona: El orfanato (2007) y Lo imposible (2011). Si bien sería agradable contar con su presencia en los premios con los que comparte nombre, objetivamente no creo que lo merezca (no porque no cumple su labor con creces, sino porque, al igual que la obra en su conjunto, carece de la personalidad requerida para dejar huella). Aun así, el Sindicato de Directores de Fotografía sí le ha nominado, con lo que sus posibilidades son más que razonables.

Premiere de The Imitation Game (Morten Tyldum, 2014)
Benedict Cumberbatch y Keira Knightley en el
lluvioso estreno del film en el BFI London Film Festival
Las carencias de la cinta se perciben tanto visual como narrativamente. Y ambas se resumen en escasa capacidad de sorprender. Al igual que no hay artificios estilísticos que lleguen a maravillarnos, tampoco hay apenas detalle alguno en el guion que no veamos venir tiempo antes de que se nos presente. No es que todo salga bien, sino que todo sale tal y como esperamos que salga en este tipo de producciones. Los hechos se entrelazan con una facilidad pasmosa, casi queriendo seguir la rigidez matemática que los origina. Los propios personajes jamás sorprenden, pues, incluso cuando alguno resulta ser lo contrario de lo que aparentaba, lo aceptamos con más pasividad que estupor. Y eso que todo el reparto está correcto —que no sobresaliente—, al igual que el resto de elementos de la cinta. Pero quizá sea precisamente la corrección lo que impide a The Imitation Game volar por sí misma y asombrar al —eso sí— entretenido espectador.

The Imitation Game (Morten Tyldum, 2014)
La máquina ideada por Alan Turing se denomina
'Christopher' en el film; en realidad se llamó 'The Bombe'
Empero, hay que reconocer que la cinta sabe tratar temas diametralmente opuestos e indudablemente difíciles con gran habilidad. Alan Turing, famoso por haber descifrado los códigos secretos nazis de la máquina Enigma (lo que, según los historiadores, acortó la II Guerra Mundial en un par de años) es una figura compleja que, lejos de ser idolatrado, es constantemente juzgado, tanto por su apariencia insensible, como por su condición homosexual (dos características que no solemos ver representadas de la mano). Nos encontramos por tanto ante un héroe poco común, cuyas acciones resultan difíciles de entender pero son, poco a poco, explicadas por el cuidado —aunque, de nuevo, convencional— montaje entre las tres etapas principales de su vida: la infancia de marginación, descubrimiento y primeras decepciones, la juventud de genialidad y la madurez de decadencia. Tanto su impenetrabilidad como su homosexualidad son retratadas con cuidado y detalle, tanto en lo que concierne a su desarrollo personal, como en sus relaciones con el resto de personajes. Destaca a este respecto el personaje —real, como la mayoría de ellos— de Joan Clarke, quien, al igual que él, está acostumbrada al ostracismo (en su caso, por tratarse de una inteligente mujer decidida a ser más que hija, esposa y madre). Su complicada relación da lugar a algunos de los mejores momentos de la obra, gracias a la magia desprendida por Cumberbatch y Knightley.

Póster de The Imitation Game (Morten Tyldum, 2014)
Todas las imágenes promocionales del film potencian
el protagonismo del popular Benedict Cumberbatch
Al margen de la perfecta pareja protagonista, la gran baza de la obra es la extraordinaria historia real que la origina. The Imitation Game tiene en su poder sucesos verdaderamente interesantes, dotados de un fuerte carácter cinematográfico gracias al poco conocimiento que tenemos de los mismos (principalmente, porque fueron secreto de estado durante 50 años). Sin embargo, ahí es donde, nuevamente, la cinta falla. No es que hoy en día esperemos auténtico realismo de un biopic, pero es que las modificaciones de la historia (realizadas con el propósito de simplificar la narración y fomentar el carácter cinematográfico) nos hacen desconfiar de los hechos originales. La película nos muestra un pequeño grupo de criptógrafos liderados por Turing que, de la noche a la mañana, descifran Enigma, pero los historiadores hablan de miles de personas avanzando poco a poco durante años. Y sí: es una gran diferencia. Ni la inteligencia del protagonista ni la importancia de su labor están exageradas, pero sí sus dificultades sociales; así es como un par de excentricidades terminan acercándose al Síndrome de Asperger. Pese a ello, los familiares vivos de Turing han quedado satisfechos y honrados con la representación del film.

The Imitation Game (Morten Tyldum, 2014)
The Imitation Game es un homenaje a un héroe
homosexual injustamente desconocido: Alan Turing
La homosexualidad de Turing también fue fruto de controversia, sin duda por la vergüenza que supone para el patriótico pueblo británico que alguien tan importante para toda la nación fuese despreciado en su tiempo por el mero hecho de ser gay. Recordemos que la homosexualidad fue ilegal en Reino Unido hasta 1967. El problema por supuesto, no radica solo en el agua pasada, sino en que la mentalidad de muchos ingleses modernos no es demasiado diferente a la de los años sesenta. Por tanto, resulta muy satisfactorio que la comedida cinta arriesgue —¡por fin!— en este ámbito e inste a reflexionar sobre el trato que la comunidad homosexual ha sufrido a lo largo de la historia. Por desgracia, esto es lo único que distingue a la cinta del típico biopic anclado en el pasado, definición que también recibió hace un año El mayordomo, de Lee Daniels.

The Imitation Game es, en definitiva, un filme de planteamiento y temática complejos, pero excesiva simplicidad estilística y narrativa. Puedo perdonar la falta de singularidad en la realización, pero no la excesiva modificación sufrida por la historia original, que vuelve poco creíbles acontecimientos cuya relevancia no requería florituras, atentando contra el propio discurso. Pese a ello, todo el equipo ha realizado un trabajo notable que, si bien rara vez alcanza la excelencia exigida a los protagonistas de la temporada de premios, confecciona conjuntamente una interesante obra que conjuga bien tres de los cuatro pilares del séptimo arte: el entretenimiento, el interés y la crítica social. Tan sólo falta la innovación.


© El copyright del texto pertenece exclusivamente a Juan Roures







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