Argumento
Esta trata de una mujer con problemas con la bebida causados por las larga ausencia de su marido que es un militar de los Estados Unidos, ellos tienen tres hijas en edad adolescente, luego de un tiempo el papa viene de permiso y toda la familia sueña con el anhelado reencuentro, por lo que deciden hacer un largo viaje hacia el aeropuerto por muy nublado que esté el cielo, este siempre se termina despejando, siempre, y entonces, asoma el sol y brilla con más fuerza que nunca, porque a veces, el brillo del sol puede ser la cosa más bonita del universo., en otra ciudad, muy lejos de su hogar, para darle la bienvenida: “No quiero que lo primero que vea al bajar del avión, sea la cara de una azafata en lugar de la mía”, justifica la madre a sus tres hijas el largo viaje que les aguarda por delante.
En este caso la familia tiene problemas cuando atravesando una pequeña población, un tornado hace acto de presencia y con él, el caos. En busca de refugio, madre e hijas se cobijan en el sótano de una casa de campo a la espera de que pase la tormenta, de que todo regrese a la normalidad y puedan continuar su camino hacia la felicidad, porque siempre hay un camino a la felicidad, aunque a veces nos cueste vislumbrarlo entre la niebla del dolor y la desesperación. Pero acechan tantos peligros a lo largo del camino, tantos problemas que escapan a nuestro control, que a veces es difícil recorrerlo sin toparte con uno de narices y quedarte paralizado ante tu propio y terrorífico reflejo en el espejo, por más bella que una sea.
En ese sótano, lejos de la salvación, lo que la familia encuentra es una llave que abre la puerta de sus peores pesadillas, de aquellas que te agarran el estomago con fuerza y aprietan, aprietan tanto que siquiera eres capaz de comer, de respirar, de sonreír. Un oscuro secreto, estos siempre lo son, se esconde en los habitantes de la casa, y estos no permitirán que madre e hijas prosigan con el viaje que les debe alejar del infierno. Porque el infierno siempre termina por alcanzarnos y es entonces, cuando uno debe demostrar quien es, de que está hecho, demostrar que a veces, dos simples palabras, pueden apaciguar el dolor.
Y bueno todo comienza bien, esta que os acabo de relatar, interesante al comenzar porque bueno, pocas veces se ve a una madre y sus tres hijas en la carretera en esta nueva “road-movie” sobrenatural la cual me es imposible no comparar, con la francesa “La Meute” , con la cual además, guarda en común un mismo adjetivo: decepcionante. Y es que pasada la tormenta, siempre llega la calma, al menos eso dicen, ojalá tengan razón, y en “Nailbiter” esto puede aplicarse a las mil maravillas, pues cuando el huracán ya ha montado todo el escenario de la obra y se marcha por donde vino, de allá de donde quiera que vengan los huracanes, es cuando la calma se ahoga en sus propios fluidos corporales, en su propio vacío, en su propia soledad y florece en negativo hacia el más absoluto de los tedios. Tortura hacia un espectador que una vez abre la caja que tan bien envuelta venía, descubre que lo que hay dentro no es ni mucho menos lo que esperaba, y lo odia, y bueno la película comenzó bien pero luego decae, la película nos sumerge en un sótano desgradable, junto a cuatro mujeres asustadas que intentan comprender el mal que las está engullendo, algo sobrenatural que tira demasiado de artificios para intentar tapar sus carencias, de entrada, que no tiene absolutamente nada que contar que no se haya contado antes, que no tiene ni una sola idea propia que poner sobre la mesa y que las que maneja, prestadas, lo hace con desidia y alarmante falta de chispa... pobres de aquellos que pierdan la chispa... y más pobres aquellos que le encuentren más allá de las estrellas y no puedan alcanzarla más que en sus sueños. Pues será su vago recuerdo, al despertar, lo único que hará más llevadero el dolor de la corrosiva nostalgia y entre tanto, el espectador que sigue precipitándose por el vacío que lleva a la cama antes de hora, y ve pasar durante la caída por su lado, personajes desdibujados, tópicos en forma de policía inocentón (pobre de aquel que peque de inocente en tierra de serpientes y pobre también aquel que peque de astuto e intente manipularlas, dirían aquellos mal pensados que se han olvidado de pensar), situaciones de manual obsoleto y unas criaturas que se dejan ver muy poco, no por tímidas, por cutres. Y es que la falta de recursos artísticos de “Nailbiter” salta a la vista cuando se nos muestran de refilón las criaturillas que se esconden detrás del escenario durante la primera hora de metraje, muchos más resultonas insinuando, que enseñando, pues parecen sacadas de alguna atracción de terror de feria ambulante de segunda y es que cuando oigas ruido de cascos, lo más probable es que sean caballos, no unicornios, como me dijo no hace mucho alguien que sabe bastante más de todo que yo, aunque él tiene la ventaja de no ser de este mundo.
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