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La increíble épica

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jueves, 22 de marzo de 2012

Las 20 películas ganadoras del Óscar protagonizadas por mujeres

Si algo ha puesto de manifiesto la 87ª edición de los premios de la Academia es el machismo aún existente en el mundo del cine, donde las mujeres lo siguen teniendo complicado para obtener buenos papeles y encabezar los films de éxito. No lo digo (sólo) por el discurso de Patricia Arquette, sino porque los ocho films nominados a mejor película estaban protagonizados por varones (aunque el personaje de Felicity Jones en La teoría del todo, de James Marsh, es clave). Ante esta situación, decidí repasar la historia de estos galardones, comprobando que, a lo largo de sus 87 ediciones, únicamente veinte películas con papeles femeninos protagónicos se han llevado el Óscar principal a casa, siendo sólo nueve las obras protagonizadas innegablemente por mujeres. Doy paso al listado:

Bessie Love y Anita Page en La melodía de Broadway
Bessie Love y Anita Page en La melodía de Broadway
La melodía de Broadway (Harry Beaumont, 1929). En el primer gran musical de la historia del cine, dos hermanas (Bessie Love y Anita Page) buscan la fama y el amor en el teatro de Ziegfield de Broadway. Aunque enormemente exitosa en su día, hoy en día la película ha sido olvidada y se considera una de las peores ganadoras del Óscar a mejor película, que, por cierto, fue el único que ganó. Beaumont y Love fueron nominados a mejor director y mejor actriz, respectivamente.

Joan Crawford en Gran Hotel
Joan Crawford en Gran Hotel
Gran Hotel (Edmond Goulding, 1932). Gracias al impresionante reparto encabezado por Greta Garbo, John Barrymore, Joan Crawford, Wallace Beery y Lionel Barrymore, la adaptación de la novela de Vicky Baum fue todo un éxito. Curiosamente, ninguno de sus intérpretes fue nominado por la Academia, que sólo nominó al film en la categoría principal… y terminó concediéndole la estatuilla, dándose un caso único en la historia de estos galardones. Aunque se trata de una obra claramente coral, está incluida en esta lista a raíz de la relevancia de los papeles de Garbo y Crawford, quienes, pese a no compartir un solo plano, parecen luchar a muerte por nuestra atención como las grandes divas que eran.

Una O'Connor y Diana Wynyard en Cabalgata
Una O'Connor y Diana Wynyard
en Cabalgata
Cabalgata (Frank Lloyd, 1933). Las desventuras de una familia se convierten en un épico —aunque demasiado melodramático— reflejo de la historia de Gran Bretaña. Nos encontramos por tanto ante un reparto coral, pero los papeles de Diana Wynyard (nominada al Óscar) y Una O'Connor son cruciales. Eso sí, que este film venciera a 42nd Street (Lloyd Bacon), Dama por un día (Frank Capra) y Soy un fugitivo (Mervyn LeRoy) se considera uno de los grandes sacrilegios de estos premios. De hecho, cuando el nombre de Frank (Lloyd) fue anunciado como vencedor, todos pensaron que se trataba del otro Frank (Capra), incluyendo este último, quien vivió uno de los momentos más humillantes de la historia de los Oscars; por suerte, le compensaron al año siguiente.

Claudette Colbert en Sucedió una noche
Claudette Colbert en
Sucedió una noche
Sucedió una noche (Frank Capra, 1934). Esta agradable cinta, clave del éxito posterior de la comedia romántica de calidad (aunque rara vez tanta), sentó un precedente al imponerse a la poderosa Cleopatra, de Cecil B. DeMille, dejando claro que la Academia no se dejaba impresionar por los números. Curiosamente, ambas contaban con el protagonismo de Claudette Colbert. Todavía considerada como una de las mejores películas de todos los tiempos, nos encontramos ante la primera cinta que obtuvo los cinco Oscars principales, incluyendo el de mejor actor para Clark Gable, quien co-protagoniza el film.

Vivian Leigh en Lo que el viento se llevó
Vivian Leigh en Lo que el viento se llevó
Lo que el viento se llevó (Víctor Fleming, 1939). Pese a la altísima competencia de este año (que incluía films tan masculinos como La deligencia, de John Ford, y Caballero sin espada, de Frank Capra), esta cinta mítica se hizo con ocho premios Oscars (además de dos honoríficos), incluyendo los de mejor actriz para una extraordinaria Vivian Leigh y mejor actriz secundaria para Hattie McDaniel, primer intérprete afroamericano oscarizado (por encima de su compañera de reparto, Olivia de Havilland). Cierto es que Clark Gable encabezada el cartel, pero es curioso que la película más exitosa de todos los tiempos tenga una esencia tan femenina, constituyendo la Scarlett O’Hara de Leigh el personaje femenino más memorable de la historia del cine.

Joan Fontaine y Judith Anderson en Rebeca
Joan Fontaine y Judith Anderson en Rebeca
Rebeca (Alfred Hitchcock, 1940). Tras años de éxitos en su Reino Unido natal, Hitchcock fue recibido en Hollywood con el único Óscar a mejor película de su carrera (aunque nunca ganó el de mejor director). Por su parte, Joan Fontaine, quien encarnó con aplomo al personaje del título, debió esperar al año siguiente para obtener el suyo por Sospecha, del mismo cineasta. Pese a ser acusado (con argumentos bastante claros) de misoginia, Hitchcock creó algunos de los mejores papeles femeninos de la época. Con Rebeca, se impuso a Las uvas de la ira, de Tom Ford, e Historias de Filadelfia, de George Cukor; casi nada.

Teresa Wright y Greer Garson en La señora Miniver
Teresa Wright y Greer Garson en La señora Miniver
La señora Miniver (William Wyler, 1942). Tras varios films donde las mujeres compartían protagonismo con los hombres, nos encontramos ante el primer título de esta lista claramente encabezado por una mujer. Así, Greer Garson dio vida al personaje del título y recibió uno de los seis Oscars de la cinta, dando un discurso de agradecimiento tan largo que instó a la Academia a limitar la duración de los mismos. Su compañera de reparto, Teresa Wright también se llevó el suyo por su lacrimógeno papel. Muchos cuestionan hoy el triunfo de esta cinta, pero lo cierto es que en su día jugó un gran papel reconfortante para un mundo en guerra. Y eso vale más de lo que cualquiera de sus contrincantes pudiera ofrecer.

Anne Baxter y Bette Davis en Eva al desnudo
Anne Baxter y Bette Davis en Eva al desnudo
Eva al desnudo (Joseph L. Mankiewicz, 1950). Tras siete años de triunfos masculinos, dos magníficos films protagonizados por mujeres compitieron duramente por los Oscars este año: El crepúsculo de los dioses, de Billy Wilder, y Eva al desnudo, que finalmente convirtió en oro seis de sus catorce nominaciones. Por primera y última vez en la historia de estos galardones, cuatro actrices optaban al Óscar por el mismo film: Anne Baxter y Bette Davis en la categoría principal y Celeste Holm y Thelma Ritter en la categoría secundaria; pero ninguna ganó. Este excelente retrato de las rencillas internas del mundo del espectáculo posee uno de los mejores guiones jamás escritos y es a menudo definida como la mejor ganadora del Óscar a mejor película de la historia. Además, fue el primero en conseguirlo sin un solo actor protagonista.  

Leslie Caron en Gigi
Leslie Caron en Gigi
Gigi (Vincente Minnelli, 1958). Muchos lo considerarán el peor film de esta lista, pero lo cierto es que Gigi logró nueve Oscars (los máximos obtenidos hasta el momento) e inició una nueva era dorada del cine musical, que llevaba años sin ser debidamente reconocido por la Academia. La dulce Leslie Caron encarnó a la protagonista de la entretenida cinta, beneficiada de la colorida ambientación parisina y la pegadiza banda sonora. Eso sí: ninguno de sus intérpretes fue siquiera nominado.

Natalie Wood en West Side Story
Natalie Wood en
West Side Story
West Side Story (Robert Wise y Jerome Robbins, 1961). La versión moderna (y musical) de Romeo y Julieta contó con el protagonismo de Natalie Wood y Richard Beymer y el apoyo secundario de Rita Moreno y George Chakiris. Empero, sin duda son ellas quienes brillan con más fuerza en una cinta donde el montaje y las canciones se pusieron por encima de los propios personajes. La película ganó diez excesivas estatuillas, incluyendo la primera (y última) a mejor dirección compartida por dos realizadores (quienes, por cierto, no se llevaban nada bien). If you can fight in America, life is all right in America!

Audrey Hepburn en
My fair lady
My fair lady (George Cukor, 1964). Al ser doblada a traición en las canciones, Audrey Hepburn se quedó sin nominación por uno de sus trabajos más icónicos, pero está claro que My fair lady, la adaptación de la obra Pigmalión, no sería ni por asomo lo mismo sin ella. Así lo probó su compañero de reparto, Rex Harrison, al ofrecerle la mitad de su estatuilla en su discurso de agradecimiento. Además de ese, este glamuroso musical  obtuvo otros siete premios gracias a su magnificencia visual y sonora. El despampanante atuendo de Hepburn en esta cinta es uno de los más famosos del séptimo arte, siendo vendido por 34 millones de euros. Por cierto, nos encontramos ante la única cinta oscarizada del mítico George Cukor, considerado el director de mujeres por excelencia gracias a cintas como La dama de las camelias (1936), Ha nacido una estrella (1954), Les girls (1957) o Viajes con mi tía (1972).

Julie Andrews en Sonrisas y lágrimas
Julie Andrews en Sonrisas y lágrimas
Sonrisas y lágrimas (Robert Wise, 1965). Por segundo año consecutivo, un musical protagonizado por una mujer se hacía con el Óscar a mejor película. Y, curiosamente, esta vez la protagonista era Julie Andrews, quien tenía el papel de Hepburn en la versión teatral de My fair lady. Pese a su peligrosa cursilería, la película ganó cinco estatuillas y sigue siendo una de las obras más populares de todos los tiempos. Este mismo año, la Academia celebró su 50ª aniversario con un homenaje interpretado por la mismísima Lady Gaga.

Shirley McLaine y Debra Winger en La fuerza del cariño
Shirley McLaine y Debra Winger en La fuerza del cariño
La fuerza del cariño (James L. Brooks, 1983). Tras casi veinte años sin un solo triunfo femenino, este melodrama se convirtió en la segunda película de la historia en alzarse con el Óscar sin un personaje principal masculino. En ella, Shirley McLaine y Debra Winger encarnan a una madre y una hija que deben afrontar la dureza de la vida mientras aprenden a quererse tal y como son; ambas compitieron por la estatuilla, pero finalmente McLaine obtuvo la primera (y última) de su carrera. Probablemente se trate de la única mención merecida de la cinta, pero lo cierto es que, dada la escasa competencia del año, da gusto que la Academia recordara que el cine no necesita un hombre en cada plano (ni una mujer desnuda tampoco).

Meryl Streep en Memorias de África
Meryl Streep en Memorias de África
Memorias de África (Sidney Pollack, 1985). Pese a contar con diecinueve nominaciones y tres Oscars, muchos consideran que este es el año que la gran Meryl Streep debería haber ganado, sí o sí, la estatuilla. Empero, Geraldine Page competía por octava vez al Óscar y ya era hora de premiarla (suerte que lo hicieron, pues dos años después la actriz falleció a los 62 años). De todos modos, Memorias de África no habría obtenido siete Oscars de no contar con el protagonismo de la excelente Streep, cuya transformación en la mujer danesa que intenta sacar adelante una granja en África es verdaderamente impresionante. De todos modos, cada interpretación de la actriz es un auténtico regalo, siendo una pena que la mayoría no pertenezcan a films de verdadera calidad.

Jessica Tandy en Paseando a Miss Daisy
Jessica Tandy en
Paseando a Miss Daisy
Paseando a Miss Daisy (Bruce Beresford, 1989). Jessica Tandy se convirtió, a los 80 años, en la actriz más anciana que gana la anhelada estatuilla dorada. Además, la cinta obtuvo las menciones de mejor película, guion adaptado (a partir de la obra teatral de Alfred Uhry) y maquillaje pese a no optar siquiera al concerniente a mejor dirección. Aunque (tal y como señala el título) la historia se cuenta desde el punto de vista de Morgan Freeman, Paseando a Miss Daisy puede darse con un canto en los dientes, pues pocas quinielas apostarían por una pequeña cinta protagonizada por una mujer anciana como triunfadora en Hollywood. Eso sí, la escasa competencia del año le puso el triunfo en bandeja de plata.

Jodie Foster en El silencio de los corderos
Jodie Foster en El silencio de los corderos
El silencio de los corderos (Jonathan Demme, 1991). ¡Por fin! Por fin gana el Óscar una película protagonizada por una mujer sin melodramas ni canciones. Y esa no es otra que la fantástica adaptación de la intrigante novela de Thomas Harris, que se convirtió en la tercera (y última hasta la fecha) película en alzarse con los cinco Oscars principales, incluido, por supuesto, el concerniente a mejor actriz para una impresionante Jodie Foster cuya sutiliza contrasta fuertemente con los espasmos de Anthony Hopkins; el duelo interpretativo es fascinante.

Kate Winslet en Titanic
Kate Winslet en Titanic
Titanic (James Cameron, 1997). La película más taquillera de la historia del cine tiene al amor como indiscutible protagonista. Y es que, pese a la magnificencia de los efectos visuales, la banda sonora y el diseño de producción, esta película es imperecedera gracias al protagonismo de Leonardo DiCaprio y Kate Winslet, quienes se convirtieron rápidamente en grandes estrellas. Ella fue nominada al Óscar a mejor actriz, siendo curioso que Gloria Stuart fuera candidata como mejor actriz secundaria por interpretar al mismo personaje en el otoño de la vida: Rose, cuya narración actúa de hilo conductor de la emotiva cinta. Pese a que la película obtuvo 11 Oscars, ambas perdieron en sus respectivas categorías.

Gwyneth Paltrow en Shakespeare in Love
Gwyneth Paltrow en Shakespeare in Love
Shakespeare in Love (John Madden, 1998). El título engaña, pues, pese a la importancia del personaje de Joseph Fiennes, son ellas quienes elevan la categoría del film: Gwyneth Paltrow (eso sí, disfrazada de hombre la mitad de la película) como la inspiración del escritor y Judi Dench como Isabel I. A ellas fueron dos de los siete excesivos premios recibidos por la cinta, siendo Dench una de las ganadoras del Óscar interpretativo con menos tiempo en pantalla (ocho minutos repartidos en cuatro escenas). Esta deliciosa comedia romántica suele aparecer en las listas de peores films oscarizados, pero cuenta con el beneplácito de la crítica y millones de espectadores.

Catherine Zeta-Jones y Renée Zellweger en Chicago
Catherine Zeta-Jones y Renée Zellweger en Chicago
Chicago (Rob Marshall, 2002). Aunque el Moulin Rouge de Baz Luhrmann reavivó al género musical, Chicago se llevó los honores al año siguiente. En él, Richard Gere es un abogado que ayuda a mujeres a salir impunes pese a haber asesinado a sus maridos (dando una vuelta de tuerca a la igualdad de género). Renée Zellweger y Queen Latifah fueron nominadas al Óscar por sus atractivos papeles y Catherine Zeta-Jones se llevó el suyo con pleno merecimiento. Ante la pastosidad de Gere, ellas salvan la función con su fascinante carisma y sorprendentes dotes musicales. Por cierto, este es el sexto musical de la lista.

Hilary Swank en Million Dollar Baby
Hilary Swank en Million Dollar Baby
Million Dollar Baby (Clint Eastwood, 2004). Es curioso que el patriótico y conservador Eastwood sea el responsable de una de las pocas ganadoras del Óscar protagonizadas indiscutiblemente por una mujer. Ella es Maggie, una mujer perdida en la vida que busca ahogar sus penas en el boxeo excelentemente interpretada por Hilary Swank, quien recibió su segundo Óscar a mejor actriz tras el recibido en 1999 por Boys don’t cry, de Kimberly Peirce. Curiosamente, en ambos casos se trata de papeles muy masculinos. Al igual que Vivien Leigh, la irregular Swank ganó las dos (únicas) veces que fue nominada. Tristemente, ha transcurrido una década desde entonces y Million Dollar Baby sigue siendo el último film de este listado.

Hasta aquí los veinte únicos títulos ganadores del Óscar a mejor película pese a estar protagonizados por mujeres. Y digo “pese” porque está demostrado que la igualdad de género aún tiene un largo camino por recorrer en la industria del cine. Y el problema no es que la industria del cine sea machista al otorgar premios (apenas se me ocurren films de mujeres que debieran haber ganado el Óscar y no lo hicieran), sino que lo es al producir proyectos, provocando una triste escasez de personajes femeninos potentes. Eso sí: la culpa no pertenece sólo a guionistas, directores y productores (mayoritariamente varones), ya que los estudios se limitan a depositar su confianza en las películas que prevén exitosas y los propios espectadores han demostrado preferir a los héroes masculinos aunque no sean conscientes de ello. Corresponde por tanto a todos nosotros trabajar porque el mundo alcance la necesaria igualdad de género, que en pleno siglo XXI no debería ser siquiera un tema de conversación.


martes, 6 de marzo de 2012

Muestra de Cine Fantástico



Cartel de la 12ª Muestra Syfy de Cine Fantástico
Curiosamente, el cartel de la 12ª Muestra Syfy recuerda
a la recién estrenada Ex_Machina, gran ópera prima
La muestra dio comienzo con una interminable cola que llamó la atención de todos los viandantes ajenos al certamen. ¿El motivo? El preestreno de la esperada Chappie, tercer trabajo del sudafricano Neill Blomkamp, cuya ópera prima (District 9, 2009) fue nominada al Óscar a mejor película, no siendo su segunda obra (Elysium, 2013) tan bien recibida. Algunos espectadores llegaron a esperar hasta dos horas para verla, con lo que la decepción debió ser mayúscula. Y es que esta historia de un robot prodigio (molesta voz de Sharlto Copley) atrapado entre su deseo de amar (sí, tan cursi como suena) y su carácter destructivo (sí, excusa perfecta para la violencia gratuita) es uno de los mayores despropósitos de ciencia ficción de los últimos años. Nada se salva: ni las espantosas interpretaciones (pretender que los chillones músicos Ninjay Yolandi Visser son actores es de por sí vergonzoso, pero un pánfilo Dev Patel, un ‘malo-malísimo’ Hugh Jackman y una aburrida Sigourney Weaver tampoco ponen de su parte), el montaje (prestad atención a cualquier escena y veréis fallos de raccord sencillamente atroces) y el guion (si alguien encuentra un solo instante lógico en la narración, que avise). Gran parte de la culpa es, por supuesto, de un Blomkamp cuyo talento directivo es más que cuestionable.


Póster de Chappie, de Neill Blomkamp (2015)
El póster revela el (molesto)
carácter inocente del protagonista
El público no sabía si reír o llorar. Pero, claro, nos encontramos en el Syfy, así que se optó por lo segundo. Y, sin duda animados por el desenfadado ambiente, los espectadores parecieron pasar un buen rato entre los vergonzosos diálogos y las ridículas explosiones. Nos encontramos, sin duda, ante una de las peores películas del año, puesto que comparte por ahora con El destino de Júpiter, de los hermanos Wachowsky, y Samba, de Eric Toledano y  Olivier Nakache, ambas espeluznantemente fallidas. De todos modos, como obra inaugural de la Muestra cumplió su cometido. Y es que no hay nada como dar comienzo a un evento repleto de pequeños títulos bizarros con una superproducción cargada de patetismo que nos recuerda que el presupuesto no va ligado a la calidad. Quizá ahora los espectadores estén más receptivos a títulos como Tokyo Tribe, L.F.O. o Jamie Marks is dead. O quizá no, quién sabe.

Quien, como siempre, bordó su papel fue la maestra de ceremonias Leticia Dolera, cuya simpatía y espontaneidad siempre sacan una sonrisa al aparentemente cínico pero indudablemente cariñoso público. “La Muestra Syfy acoge cada año lo mejor del género”, señaló la presentadora, despertando fuertes carcajadas. Y es que la calidad no suele ser la prioridad de este certamen. Para colmo, cuando surge un film aclamado por la crítica, como el extraño Canino (2009) de Giorgos Lanthimos, se convierte en un chiste recurrente edición tras edición. Sin duda, el público de la Syfy (repleto de fanáticos de videojuegos y films fantasmagóricos de serie B) es más acorde a cintas como Hunger Z y Crazy Bitches (esperadas sesiones golfas del fin de semana) que al típico producto intelectual de los principales festivales, lo que no es ni bueno ni malo ni todo lo contrario, sino una genial muestra de identidad.


jueves, 1 de marzo de 2012

'Boyhood': doce años de vida

Los doce rostros de Ellan Coltrane en Boyhood (Richard Linklater, 2014)
Doce años. Doce fotos. Doce rostros de Ellan Coltrane
Incontables son los acontecimientos históricos plasmados por el séptimo arte. Pero pocas son las películas que logran convertirse en verdaderos acontecimientos históricos. Pues bien, la bellísima (re)presentación de la vida que nos ha regalado Richard Linklater —limitarse a hablar de infancia sería infravalorar su envergadura— es innegablemente una de ellas. Boyhood (cuyo título original, 12 Years, se cambió a última hora para evitar confusiones con el 12 años de esclavitud de Steve McQueen) no es sólo un film único en su especie, sino un dinámico álbum fotográfico de valor incalculable. Tras un impresionante recorrido de críticas y laureles, esta obra maestra terminó quedándose a las puertas del Óscar a mejor película, pero lo cierto es que Boyhood está por encima de ello, pues, desde su estreno en el festival de Sundance el 19 de enero de 2014, ha traspasado el estatus de obra audiovisual para volverse una efeméride que perdurará eternamente como un retrato sin precedentes de la existencia humana.


Patricia Arquette lee Harry Potter a Lorelei Linklater y Ellan Coltrane en Boyhood (Richard Linklater, 2014)
El complejo personaje de Patricia Arquette nunca deja
de evolucionar (pero tampoco de ser una madre)
Por supuesto, la inigualable epopeya que tenemos ante nuestros ojos es fruto de la decisión del siempre arriesgado Richard Linklaterde rodar el film durante 39 días esparcidos a lo largo de doce años reales con los mismos intérpretes. Los detractores de Boyhoodclaman que su única fuerza reside en su modo de rodaje, pero eso es como afirmar que Interstellar (Christopher Nolan, 2014) no sería nada sin sus efectos especiales o que El gran hotel Budapest (Wes Anderson, 2014) perdería la gracia sin su diseño de producción. Las tres afirmaciones son tan ciertas como irreverentes, pues, partiendo de sus propias cartas, cada film confecciona un universo personal que debe evaluarse en su conjunto. Y Boyhoodhace uso del asombroso modo de producción para llenar de autenticidad las historias de la familia protagonista, con la que tardamos muy poco en identificarnos.

El equipo de Boyhood (Richard Linklater, 2014) en los Globos de Oro
Innumerables asociaciones dieron a Boyhood los
premios a mejor film, director y actriz secundaria
Pero, ¿cuál es esa familia? Pues, al contrario de lo que muchos llegaron a pensar hasta reconocer a alguno de sus miembros, no es una familia real, sino una formada por cuatro intérpretes que, eso sí, aprendieron a quererse y respetarse conforme pasaban los años. Y es que ninguno se había enfrentado antes a un proyecto siquiera similar. Para el papel del divertido pero ausente padre, el tejano Linklater contó con “su vecino” Ethan Hawke, a quien une una relación amistosa y profesional que tiene su principal exponente en la maravillosa trilogía iniciada en 1995 con Antes del amanecer [sobre la que podéis leer más aquí], cuyo modo de rodaje guarda bastante relación con el de Boyhood (cada cinta de la saga se rodó nueve años después de la anterior, con la misma pareja protagonista: Hawke y la francesa Julie Delpy). El importantísimo papel de la abnegada madre acabó en manos de la relativamente desconocida Patricia Arquette, quien terminó obteniendo con pleno merecimiento el único Óscarrecibido por la cinta (además de innumerables galardones internacionales), momento que aprovechó para dar un acertado discurso feminista convertido rápidamente en tendencia mundial. Ambos intérpretes se enfrentaron en su día a la curiosa pregunta “¿qué harás durante los próximos doce años?” y respondieron con la debida valentía (aceptando, entre otros lances, que el mundo los viera envejecer ante sus ojos en sólo dos horas y media).

Ellan Coltrane y Ethan Hawke en Boyhood (Richard Linklater, 2014)
Hasta toparse con Boyhood, Ethan Hawke pensó que la
trilogía de Antes de... sería lo más especial que haría
Aún más importante era la elección de los dos hijos. Para la primogénita, Linklater tuvo claro desde el principio que contaría con su propia hija, Lorelei Linklater, lo que sin duda supondría un problema menos a la hora de organizar contratos de duración tan larga (prohibidos por ley a partir de los siete años); curiosamente, fue el único miembro del reparto que llegó a desear que su personaje muriera para apartarse del proyecto (aunque, por suerte, la idea rápidamente se esfumó de su cabeza). Para el papel del protagonista (llamado Mason), muchos chicos fueron entrevistados, pero Ellan Coltranefue seleccionado con rapidez por la marcada personalidad que irradiaba incluso a los siete años (apoyada por el carácter liberal y artístico de sus padres). Tanto su naturaleza como la de Lorelei probaron ser muy diferentes a las mostradas por sus personajes al principio de la cinta, lo que sin duda terminó influyendo en el desarrollo de la misma. Ver a ambos crecer —mutar— ante nuestros ojos es una experiencia única y maravillosa, un auténtico acto de fe en la magia del séptimo arte.

Zoe Graham y Ellan Coltrane en Boyhood (Richard Linklater, 2014)
El amor es clave de Boyhood, pero la reflexión
ocupa el lugar del manido romanticismo
Y es que la clave de Boyhood radica en la fusión de su reparto con los personajes, a los que cada uno de ellos aportó sus propias experiencias (y las de las personas que los rodeaban) para dotarlos de características tan profundas como verosímiles que acentúan el carácter cuasi-documental de la obra. De hecho, aunque Linklater partía de una idea preconcebida (principalmente para la cándida introducción y la nostálgica —como no podía ser de otra manera— conclusión), el ingenioso cineasta fue rehaciendo el guion cada año en función del material rodado, adaptándolo a las circunstancias políticas y sociales que rodeaban a los personajes y al propio desarrollo personal de los intérpretes. Obviamente, las escenas relacionadas con la edición del sexto libro de Harry Potter o la elección de Barack Obama como presidente, por ejemplo, sólo podían planificarse sobre la marcha. A este respecto, resulta curiosa la conversación entre padre e hijo sobre la posibilidad de que se rodasen más películas de Star Wars, algo que resultaba tan incierto en su día como certero es ahora. No nos encontramos, por tanto, ante un guion al uso (lo que ha despertado pereza entre algunos espectadores), pero no por ello escasean los momentos de impacto, sensibilidad, melancolía y hasta absoluta hilaridad. Como la vida misma. Y es precisamente la procesión de momentos cotidianos lo que dota al final del film de una fuerza insuperable, siendo el último discurso de la madre un auténtico momento de inflexión que nos desgarra el corazón. Pues, en ese momento, los personajes ya han pasado a formar parte de nuestra familia. Y hemos aprendido a preocuparnos por ellos más de lo que hemos hecho nunca con personajes de ficción.

Ethan Hawke, Ellan Coltrane, Patricia Arquette, Libby Villari y Lorelei Linklater en Boyhood (Richard Linklater, 2014)
Boyhood nos invita a celebrar los momentos más
importantes de la vida de sus protagonistas
Pese a que Hawke, Arquette, Coltrane y Linklater conforman la indiscutible alma de Boyhood, el reparto se completa con innumerables intérpretes que, durante mayor o menor tiempo, forman parte de las vidas de los protagonistas. Algunos los —nos— acompañan durante dos o tres años seguidos y otros aparecen y desaparecen de forma discontinua, ayudando con su presencia (o falta de ella) a la credibilidad del relato. Tan emotiva es la reaparición de personajes a los que habíamos olvidado como triste resulta la desaparición de otros con los que habíamos llegado a conectar, pero lo cierto es que la continuidad de la vida es por completo volátil y así la plasma el film. Del mismo modo, el carácter pasajero de las modas queda de manifiesto en el constante uso de piezas musicalesdistintas (a menudo tarareadas o cantadas por los propios personajes), así como en la evolución del vestuario de Kari Perkins, que alterna estilismos más clásicos con otros más exagerados en función de la etapa que atraviesan los personajes. Por cierto, el director de fotografía inicial, Lee Daniel, se apartó del proyecto por motivos personales a mediados del mismo (algo comprensible, dada la extensión del mismo), dejando paso a su asistente, Shane Kelly, uno de los pocos miembros del equipo técnico que vivió la creación de la cinta prácticamente en su totalidad; os reto a encontrar el momento del enlace, pues, si algo ha logrado Linklater, es una laudable estética unificada a lo largo de los doce años.

Ellan Coltrane en bicicleta en Boyhood (Richard Linklater, 2014)
El impresionante montaje de Boyhood ganó
el premio Eddie del Sindicato de Montadores
Y, hablando de continuidad, el montaje de la cinta, confeccionado por la habitual colaboradora de Linklater, Sandra Adair, resulta clave a la hora de plasmar el paso del tiempo sin necesidad de títulos o disoluciones. De hecho, el propio tiempoes un personaje más de la historia, a la que inunda de sorpresas y misterios. En una escena, Mason ve con lágrimas en los ojos cómo su padrastro le fuerza a cortarse su largo y sedoso pelo; en ese momento, el piropo de una compañera de clase vale mucho más que las palabras de su madre, quien lo consuela recordándole que volverá a crecer; pero, antes de que —dentro y fuera de la pantalla— nos demos cuenta, los meses han vuelto a transcurrir y el chico recorre las calles del barrio en bicicleta, con el viento ondeando sus renacidos cabellos. Pero no todos los cortes son tan axiomáticos: a veces, basta un momento del diálogo para informarnos sobre el tiempo transcurrido, así como de los cambios vividos. Lejos de plasmarse con detalle, las relaciones de los protagonistas con los personajes que los rodean se reflejan con el carácter de un álbum de fotos incompleto en el que pasamos del noviazgo a la ruptura sin contemplar el proceso intermedio. En la vida, lo importante no es la meta, sino el camino, pero a veces basta un par de tramos para entenderlo: siempre es ahora mismo.

Richard Linklater abraza a Ellan Coltrane el último día de rodaje de Boyhood (Richard Linklater, 2014)
Richard Linklater abraza a Ellan Coltrane el último
día de rodaje, tras doce años de maravilloso trabajo
Por desgracia, la fragmentación del relato ha llevado a muchos a ver Boyhood como un film carente de finalidad o sentido en el que Linklater se limita a filmar la realidad sin visión de conjunto, siendo la anécdota de los doce años el único aliciente. Nada más lejos de la realidad: el modo de rodaje no es en absoluto la meta, sino el camino. Y, paso a paso, nace la magia de una historia que logra plasmar la cotidianidad de la vida humana con naturalidad sin olvidarse por ello del ingenio y la trascendencia. Porque Mason se aparta del carácter irreverente de la mayoría de adolescentes para asumir una perspectiva de la vida que ya oteamos desde las primeras escenas gracias a la maravillosa mirada con que el chico asimila la realidad que lo rodea, desde los fracasos sentimentales de su madre hasta los comentarios banales de sus compañeros de clase. Cargado de un fuerte espíritu crítico y nostálgico, Mason crece buscando el sentido de la existencia y, aunque al despedirnos de él a los dieciocho años está lejos de haberlo encontrado, hay una madurez en su modo de contemplar el mundo sólo alcanzada tras los doce años de evolución; con la hermosa melodía del “Hero” de Family of the Year en la cabeza, resulta difícil no emocionarse ante el reflexivo adulto en que se ha convertido el adorable infante que conocimos hace un par de horas. Y no sólo eso: al término de Boyhood, mantenemos las mismas dudas vitales del principio, pero somos conscientes de que la incertidumbre que a menudo nos invade no nos convierte en absoluto en extraños. Y así, aprendemos a sentirnos un poco menos solos.


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