Para fortuna de algunos y desgracia de otros el mundo no es sólo blanco y/o negro, sino una inmensa mancha gris donde antes o después un ángel de la guarda tiene la oportunidad de convertirse en un diablo malnacido y viceversa. Si en mi anterior reseña hacía referencia a la peor versión del señor Friedkin, en esta ocasión nos encontramos casi en el lado opuesto del “espejo”. El cambio de milenio trajo aires renovados a su cine, si bien es cierto que sus andanzas por el recién estrenado siglo XXI seguían demostrando que su asignatura pendiente era la elección de buenos guiones. Flojas aunque con gran oficio tras la cámara fueron Reglas de Compromiso (Rules of Engagement) y La Presa (The Haunted), devolviendo el vigor y la contundencia narrativa de antaño al septuagenario Friedkin, aunque serán sus dos últimos trabajos para la pantalla grande, Bug (título que nos ocupa) y Killer Joe los que no dejarán a nadie indiferente. O las amas o las odias.
Bug es la adaptación cinematográfica de la obra teatral (homónima) del dramaturgo americano ganador del Pulitzer, Tracy Lett, el cual se encargó personalmente de elaborar el guión que trasladaba a la pantalla su pieza de teatro, la cual abarca temas tan dispares como los problemas del amor, la paranoia y las teorías de conspiración.
La situación de partida está compuesta por una camarera llamada Agnes White (Ashley Judd), que trabaja por las noches en un bar de lesbianas junto a su amiga R.C. (Lynn Collins), y vive, o más bien malvive, sola en un motel en mitad del desierto de Oklahoma, ahogando en alcohol y drogas un pasado traumático. Una noche R.C. le presenta a Agnes un hombre llamado Peter Evans (Michael Shannon) que ha conocido en el bar donde ambas trabajan. Este tipo anodino, afable y retraído, guarda un terrible secreto, su pasado. Para completar la situación de partida y complicar el romance, extraño e intenso, entre Agnes y Peter, Jerry (Hary Connick, Jr.), el marido de Agnes, sale de prisión y tiene la intención de volver con su mujer.
Esta historia (que bien podría haber sido un drama costumbrista de la América profunda en otras manos) repleta de perdedores que son incapaces de afrontar sus miserias y frustraciones, y que se desarrolla prácticamente en su totalidad entre las paredes de la habitación de un viejo y polvoriento motel en mitad de ninguna parte, se convierte o muta, gracias a Friedkin y el delirante guión de Lett, en un thriller psicológico y paranoico con brotes de violencia extrema que a su vez no es más que el reflejo del mundo capitalista y globalizado en el que vivimos. ¿Acaso no es la especie humana la plaga más letal y devastadora que transita la faz de la Tierra?
Llegados a este punto me gustaría haber generado la suficiente curiosidad para que se abandone momentáneamente la lectura de esta reseña, para visualizar la película, ya que es de esos film que cuanto menos se sabe de ellos, mayor es el impacto que genera su visionado. Es una montaña rusa llena de intensidad y momentos extremos. No obstante, si alguno continúa leyendo, me comprometo a no introducir ningún spoiler que perjudique el posterior disfrute o “padecimiento” (según el caso) de la película.
Peter (Michael Shannon) arrastra al resto de personajes a una espiral de enajenación cuando colisionan por un lado los conflictos interiores que este sujeto porta como consecuencia de su pasado belicoso (es veterano de la Guerra del Golfo) y las necesidades de libertad por salir de una rutina insoportable que profesan el resto. La locura de Evans se plasma en forma de bichos, insectos que poco a poco invaden la casa donde se aloja, de igual forma que su demencia y fanatismo se inocula en la mente de Agnes. Esta, tratando de escapar de sus demonios interiores abraza la tabla salvadora en forma de esquizofrenia-paranoide que le ofrecen los insectos de Evans, mientras R.C. trata de advertirle de los peligros que corre y su marido intenta retroceder a una situación pasada que hace tiempo desapareció. Debido a la multiplicidad de capas y lecturas que ofrece la cinta, tal vez deberíamos replantearnos su visionado colocando el foco de atención en Agnes y cómo es esta la espoleta que detona la acción o a lo mejor deberíamos….
En el fondo, todo el discurso del film y que he intentado esbozar sin desvelar nada trascendente, no es más que una metáfora de la ideología NeoCon que arrasa EE.UU y parte del mundo occidental (escenificada en forma de paranoia que se materializa como insectos), donde todos a priori son potenciales enemigos de los que hay que desconfiar (máxime después del 11S) y que pese a existir una minoría racional que trata de detener la “plaga” que se propaga desbocada (intelectuales que denuncian las “malas artes” del gobierno americano) no son capaces de detenerla. Ya que (nos guste o no) sólo existe una forma de combatir una plaga. ¿O acaso es todo fruto de mi mente alucinada que sólo desarrolla discursos ininteligibles a partir de imágenes carentes de significado?
El director nos sumerge de forma pausada (que no lenta) en la frustrada vida de estos fracasados para golpearnos en la mandíbula con brotes de violencia y locura que no somos capaces de percibir hasta que es demasiado tarde. Al igual que ellos (Shannon y Judd), los espectadores, tenemos el cuerpo cubierto por costras que nos provocan una picazón insoportable y que no podemos detener. ¿Cómo han llegado esos malditos bichos invisibles pero voraces hasta nuestro cuerpo? ¿Cómo se ha producido el contagio? La respuesta la debemos buscar en Friedkin, que despliega todo un recital de buen hacer narrativo, a través de una planificación sensacional de las escenas, aprovechamiento máximo de los espacios, perfecta utilización de la luz (magistral la fotografía, sobre todo en su fase final de la cinta) y un uso del sonido y montaje que nos sumerge en la locura y paranoia de Peter y Agnes y nos hace partícipe de su degradación. Atrapándonos en un habitáculo claustrofóbico y sangriento del que no sabemos escapar.
Además del buen uso de los recursos técnicos (deberíamos añadir a lo mencionado un efectivo, que no efectista, maquillaje), jamás se habrían alcanzado las cotas de ambiente malsano y enfermizo que se consigue sin la estupenda interpretación de los actores de la cinta. A pesar del escaso reparto, sobresalen y de qué manera, Ashley Judd y Michael Shannon, los cuales nos brindan una de las mejores interpretaciones de sus carreras. Todo apuntaba hacia el descontrol y el histrionismo más desbocado, pero bien dirigidos por el pulso firme de Friedkin, Shannon y Judd nos resultan creíbles en sus delirantes y fanáticas idas de olla. A lo que habría que añadir una magnética erótica viciada que destila Ashley a lo largo del film, pese a lo desaliñado, mugriento y afeado del aspecto de su personaje.
Recomiendo (aunque soy consciente que no es apta para todos los gustos) esta incomoda, intensa e insólita película que perdurará bastante tiempo en la memoria de aquellos que la vean (sobre todo por la contundencia, valentía y “coherencia interna” con la que se cierra la función), aunque debe dejarse claro que pese a lo terrorífico y cruel de lo que se nos muestra, esta película no es de terror (aquellos que busquen una película clásica del género que no se adentren aquí, pues no hay asesinos enmascarados, ni fantasmas vengativos, ni zombis sedientos de carne), pero sí una bizarrada (muy disfrutable) que te precipita al abismo de la sinrazón de una mente perturbada. ¿O muestra una realidad estremecedora y molesta que no queremos reconocer?
Destacaría de forma muy positiva la cantidad de matices y detalles que alberga la cinta (que te sorprenden con cada visionado), el ambiente inquietante y desequilibrado que se genera, pese a lo encorsetado o teatral a priori de la propuesta y el memorable monólogo final de Agnes White (“la reina”). Podría decirse que Bug es el cruce entre Repulsión de Roman Polanski y los universos enloquecidos y absurdos de manipulación de la realidad de Phillip K. Dick y Fran Kafka.
En la parte negativa habría que hacer referencia a la falta de desarrollo de algunas subtramas, que podrían haber enriquecido aún más la historia y cierto hermetismo (tal vez buscado) que hará que más de uno abandone, este circo, antes de que termine la función.