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La increíble épica

domingo, 16 de septiembre de 2007

Sitges 1967

Sitges 1967

Aunque el Festival de Cine Fantástico de Sitges tuvo su primera edición en 1968, su génesis hay que buscarla un año antes con la Primera  Semana de Cine, Foto y Audiovisión. Muy bello ese Ultimo, por cierto. Una cita también conocida como las Jornadas de Escuelas de Cine que, visto ahora lo que allá­ acontecia, fueron una jugosa mezcla entre la España austrohungara de Berlanga y el activismo intelectual en pos de una democracia que aún tardarí­a bastante en llegar.

El origen, por ejemplo, fue turí­stico. El Ayuntamiento querí­a potenciar la climáticamente muy aprovechable temporada baja de la localidad y Antonio Rafales, entonces presidente de la asociación Cine Foto, propuso la idea de una muestra de cine, en principio muy modesta. Se pusieron en contacto con Antoni Krirchner y Pere Fages, activos organizadores de los primeros cine-clubs, y estos, a su vez, con Roma  Gubern para que la dirigiera. El proyecto se convirtió en una muestra de trabajos de escuelas de cine y, para justificar la internacionalidad que tanto viste (y, quizás, la esperanza de alguna sueca despistada), se invitó a unas cuantas academias extranjeras a presentar sus trabajos.

Lo cierto es que las autoridades polí­ticas y funcionariales metieron la pata al acudir a los cine-clubs y las escuelas de cine. Sí. Metieron la pata: si lo que querí­an era una cosa promocional, relajada y discreta, llamar a los jóvenes intelectuales de la época fue un error de bulto. Imaginen a jovenes burgueses airados, izquierdosos, melenudos y con aspiraciones culturales y polí­ticas. Y suerte que era 1967 (aunque en 1968 seguro que hubiera habido aún mas desconfianza polí­tica). Tengan presente, también, que por entonces ya estaba activa la llamada Escuela de Barcelona, versión localista y burguesa de la Radical Chic que describirí­a magistralmente Tom Wolfe en La Izquierda Exquisita. Ya saben: Bofill, Portabella y demás artistas de la época que aunaban espi­ritu pop, experimentaciones autorales y un espi­ritu algo rebelde (honesto como pedí­an los tiempos, pero también como pose impostada).

Durante las Jornadas se habían de fundar un ambicioso organismo independiente que ocuparía el lugar de los censores polí­ticos y, al mismo tiempo, un funcionario de la vecina Vilanova  intentaba prohibir el pase de un trabajo crí­tico con la Guerra de Vietnam llegado de Illinois.






La Guardia Civil en sidecar, a la busqueda de los peligrosos jóvenes cinéfilos de 1967

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