Aunque el Festival de Cine Fantástico de Sitges tuvo su primera edición en 1968, su génesis hay que buscarla un año antes con la Primera Semana de Cine, Foto y Audiovisión. Muy bello ese Ultimo, por cierto. Una cita también conocida como las Jornadas de Escuelas de Cine que, visto ahora lo que allá acontecia, fueron una jugosa mezcla entre la España austrohungara de Berlanga y el activismo intelectual en pos de una democracia que aún tardaría bastante en llegar.
El origen, por ejemplo, fue turístico. El Ayuntamiento quería potenciar la climáticamente muy aprovechable temporada baja de la localidad y Antonio Rafales, entonces presidente de la asociación Cine Foto, propuso la idea de una muestra de cine, en principio muy modesta. Se pusieron en contacto con Antoni Krirchner y Pere Fages, activos organizadores de los primeros cine-clubs, y estos, a su vez, con Roma Gubern para que la dirigiera. El proyecto se convirtió en una muestra de trabajos de escuelas de cine y, para justificar la internacionalidad que tanto viste (y, quizás, la esperanza de alguna sueca despistada), se invitó a unas cuantas academias extranjeras a presentar sus trabajos.
Lo cierto es que las autoridades políticas y funcionariales metieron la pata al acudir a los cine-clubs y las escuelas de cine. SÃ. Metieron la pata: si lo que querían era una cosa promocional, relajada y discreta, llamar a los jóvenes intelectuales de la época fue un error de bulto. Imaginen a jovenes burgueses airados, izquierdosos, melenudos y con aspiraciones culturales y políticas. Y suerte que era 1967 (aunque en 1968 seguro que hubiera habido aún mas desconfianza política). Tengan presente, también, que por entonces ya estaba activa la llamada Escuela de Barcelona, versión localista y burguesa de la Radical Chic que describiría magistralmente Tom Wolfe en La Izquierda Exquisita. Ya saben: Bofill, Portabella y demás artistas de la época que aunaban espiritu pop, experimentaciones autorales y un espiritu algo rebelde (honesto como pedían los tiempos, pero también como pose impostada).
Durante las Jornadas se habían de fundar un ambicioso organismo independiente que ocuparía el lugar de los censores políticos y, al mismo tiempo, un funcionario de la vecina Vilanova intentaba prohibir el pase de un trabajo crítico con la Guerra de Vietnam llegado de Illinois.
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