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La increíble épica

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viernes, 15 de marzo de 2013

La Masacre en Texas



(Hace algunos años escribí este articulo para otra web sobre este film que no me canso de ver. Ahora decidí recuperar el texto, con algunas correcciones y mejoras hechas, según mi parecer. No tarda en llegar un nuevo escrito a razón de la próxima y más reciente actualización de este clásico del terror, y dicen que en 3D)

Era el año de 1974. Muchos jóvenes norteamericanos se sentían atraídos por temas profanos y ciencias ocultas, y daban cuenta de un extraño fenómeno, el cual, desde los principios de aquella década fue conocido como el inicio de la era de Acuario: considerada como un periodo de progresión en la conciencia humana, un cambio hacia nuevas perspectivas en la civilización y en la vida en nuestro planeta. Pero esto mismo llevaba a algunos a concebir el surgimiento de un nuevo temor: era el inicio de una edad oscura. Esta extraña percepción del mundo se veía apoyada en la desconcertante realidad vista a través de las noticias, con las terribles imágenes del conflicto bélico en Vietnam, y la pérdida de vidas que en su mayor parte eran jóvenes combatientes. Duro golpe a la conciencia del pueblo norteamericano, el cual produce un destacado matiz en aquel entorno: el del desencanto.


El cine de horror es, en nuestra opinión, el mejor medio para expresar el innegable lado oscuro de la mente humana. En aquellos días  lo terrorífico abandona su condición de espectro, de ilusión intrusa ajena a este mundo, donde el monstruo de escenarios góticos hacía su aparición como pesadillas nocturnas. Por el contrario, el terror dejaba los mitos clásicos y empezaba a alimentarse del lado más cruel de la realidad. Entonces, surge un notable caso donde el horror se hace perturbador y posible.


El cineasta Tobe Hooper nació en Austin, Texas, en el año de 1,943. Empezó en la realización de largometrajes con “Down friday streets”, trabajo fílmico que nunca llegó a cine alguno; poco tiempo después, su siguiente obra, un relato de ciencia ficción, se tituló “Eggshells”, la cual logró exhibirse en salas de Texas y Oklahoma. De este modo, afincado en las historias fantásticas, Hooper se embarcó en la realización de lo que es al día de hoy el mayor de sus logros. Un buen día  el joven director realizó una visita monótona a una de esas tiendas por departamento. Fue allí que su mente tuvo una inspiración única con tan sólo ver un simple artefacto: una bien equipada motosierra puesta a la venta. Si a ello añadimos el creciente interés de Hooper por la terrible historia de un asesino como Ed Gein, conocido como “el monstruo de Wisconsin”, es fácil deducir la rapidez con la cual su imaginación empezó a concebir una idea muy extraña. Junto al escritor Kim Henkel, se dio inicio a la confección de un relato realmente espeluznante.


Suele decirse que para todo aspirante a narrador creativo es siempre conveniente empezar utilizando aquello que nos resulta muy familiar, muy cercano o ampliamente conocido. Tobe Hooper situó su historia en su natal Texas, un punto lejano dentro de la gran Norteamérica  el Estado que llegó a tener hasta seis banderas y que logró finalmente su independencia de México y su anexión a los EE.UU en el año 1846. Durante el siglo XX, Texas adquiere una gran importancia debido a su floreciente riqueza petrolífera, logrando de este modo una mayor aproximación a los intereses de la nación. De todos modos, la imágen de un territorio remoto y casi olvidado por la civilización no dejó de ser cautivante para buena parte del público norteamericano. Hooper sabía de ello y explotó al máximo esa visión dentro de su buenhacer cinéfilo, imprimiendo un carácter inhóspito a esos poblados y a las desoladas carreteras, donde incluso la mascota del Estado, el pequeño armadillo, es un cuerpo triturado en el asfalto. Todo puede pasar en estos lugares olvidados, sea de día bajo un sol radiante o en medio de la más profunda noche; para la victima hay un total desamparo y para el victimario no existe ojo alguno que lo juzgue. Esta es la obra que Tobe Hooper logra convertir en un film clave dentro de la historia del cine de horror: "La Matanza de Texas".


El inicio de la película no puede ser más revelador. Bajo una siniestra oscuridad, el flash de una cámara es lo único que permite apreciar con horror el macabro espectáculo de una serie de restos humanos en descomposición, donde los cráneos desollados y sus dentaduras nos revelan la existencia de una monstruosidad que parece impregnar aquellos rincones y la atmósfera misma. Afuera, bajo la luz de un sol abrasador que asemeja un clima infernal, un cuerpo nauseabundo se aferra a una estatua, irguiéndose en medio del cementerio local como emblema de un reino de maldad. Esta presentación constituye la apertura perfecta para este clásico de la cinefilia terrorífica. En plenos años 70′s, con el compromiso hacia el post-modernismo que se hacia relevante en todas las artes, Tobe Hooper demuestra que también sabe romper esquemas, no sólo presentando un típico film de horror, sino apostando por una propuesta que emplea un formato realista muy efectivo. La primera expresión en pantalla es el frío texto a modo de un reporte policíaco  que nos narra el caso de las misteriosas muertes ocurridas en el terrible incidente que a continuación vamos a conocer. La sola introducción de este informe, con fecha exacta de los hechos y con su aguda descripción que hasta le otorga un nombre propio al caso, llama la atención del espectador en ese juego que involucra su certeza acerca del grado de ficción de lo que está a punto de ver.


El aparente realismo que logra este film se hace visualmente significativo en el empleo de un formato de carácter semi-documental, filmada en 16 mm., y algunos encuadres poco convencionales que la acercan a un trabajo improvisado. Sea esto menos intencional y más fortuito, el asunto es que funciona eficazmente en su cometido. Esta es la filmación del recorrido iniciado en camioneta de un grupo de protagonistas, quienes involucran al espectador en su sorpresa ante cada uno de los extraños sucesos que gradualmente se desencadenan. Las secuencias que sirven de preludio al tema central de la película reflejan ese ambiente desconcertante y enfermizo con la avidez de un documentalista lleno de frialdad. El episodio con el enfermizo auto-stopista; los habitantes hallados en una parada, algunos sumidos en el completo abandono y locura; el malsano panorama de la fábrica de embutidos y sus nefastos ambientes; o las desoladas inmediaciones de la gran casona y su densa vegetación. Estos son momentos que conforman un extraño panorama con un sólo objetivo: conducirnos por los caminos de la locura y el horror en su estado más delirante. Lo que sigue es una ruptura de esa seudo-realidad descrita; una visión de pesadilla que irrumpe violentamente, sin concesiones y dentro de la más completa perversión y crueldad.


“La matanza de Texas”, o tomando literalmente su titulo original “la masacre con motosierra de Texas” es un film realmente impresionante. Es usual comentar acerca de su importancia fundamental para el posterior desarrollo del cine de horror norteamericano, el cual con el paso del tiempo empezó a ser cada vez más visceral y sanguinario. Sin embargo, cualquiera puede apreciar que esta película apenas contiene estos elementos gráficos extremos y artificiales en cualquiera de sus momentos. La poderosa sensación perturbadora y decadente que reina muy especialmente al interior del matadero oculto es producto de un efectivo empleo de distintos elementos visuales: la escasa iluminación en las habitaciones, el ambiente de suciedad y degradación de sus rincones, la diversidad de objetos herrumbrosos, cortantes, y multiples desechos que sobrecargan el ambiente dentro del taller del matarife, los restos de vacas muertas que cuelgan en gran número y, por supuesto, la presencia del gigante asesino cuyo rostro deformado se cubre con un pedazo de piel muerta, la imagen que se hizo muy representativa del cine de horror de los años 70′s, al lado de niños demoníacos o jovencitas poseídas.


“Leatherface”, o “Cara de cuero” en nuestro idioma, ocupa un lugar especial en esa galería de personajes siniestros del cine de horror más emblemático. Gunner Hassen, el actor que lo encarnó, empleó mucho tiempo practicando el manejo de la motosierra, y aún así se autoinflingió varias heridas accidentalmente. Algo similar le ocurrió a la joven y novel actriz Marilyn Burns, quien también sufrió considerablemente las condiciones del rodaje. En principio, la misma ficción no cabe en respeto alguno por el cuerpo humano, al cual muestra en forma impresentable (a los muertos, desollados, y a los vivos, despatarrados por los suelos en algunos casos), lo maltrata ferozmente y lo humilla al extremo en una secuencia realmente enfermiza, como es la famosa cena familiar, encabezada por ese abuelo que es un digno nosferatu, secundado por el padre de familia, otro loco de antología. Compartimos la desesperante visión de la joven cautiva en su desconcierto absoluto ante el grado de maldad que tiene ante sus ojos.


Esta película de horror alcanzó gran relevancia, logrando su aprecio en el Festival de Cannes y en el Festival de cine de Londres, ocupando un lugar muy especial dentro del Museo de Arte Moderno en los EE.UU. Atrás quedó la durísima experiencia de su filmación, los problemas de dinero que enfrentaron, el esfuerzo agotador realizado para llevar a buen puerto el proyecto, donde Tobe Hooper, su equipo técnico y el conjunto de actores, primerizos y de escasa experiencia, donde, como suele ocurrir en estos filmes, lo importante es la credibilidad que aportan a los momentos de mayor tensión. Este grupo puso todo su empeño, dentro de sus limitaciones. Casi cuarenta años después, la fascinación que ejerce este filme continúa vigente, pues un par de nuevas versiones en ésta década no han hecho más que mantener la memoria de este clásico, importante impulsor de una nueva etapa del cine de horror. A la espera de su próximo tercer renacimiento en las salas de cine y dentro del formato 3D. Leatherface y su motosierra resultaron imparables.


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