En una sociedad frenética donde cada minuto es auténtico oro, algunos se empeñan en obligarnos a salir de la rueda de hámster al crear películas con metrajes demasiado extensos. Esto no es una moda actual, y a lo largo de la historia del cine siempre ha habido -y los sigue habiendo- largometrajes con dilatadas duraciones. Pero hasta hace unos años, estos casos solían tener como protagonistas películas de culto o grandes producciones.
Sin embargo, cada vez es más habitual encontrarse con cintas que superan los 120 minutos de duración, incluso en el cine de animación y familiar dirigido a un público más joven. Esta práctica provoca que, en ocasiones, el público pueda sentir un rechazo automático al conocer la duración de esa película que quería ir a ver al cine. La mayoría de las veces, porque el espectador no puede -o no quiere- permitir que un único plan monopolice su tiempo de ocio.
No hay comentarios :
Publicar un comentario