La vampírica Lo que hacemos en las sombras fue, de lejos, la mejor película de la jornada |
Tras el fiasco de Chappie, miedo me daba la selección del segundo día del Syfy, pero, por suerte, mis temores eran infundados. Así, las cinco películas proyectadas ayer (además del cortometraje Safari) lograron, pese a la general falta de medios, resultados mucho más satisfactorios que el bochornoso film inaugural. Curiosamente, la selección incluyó dos cintas neozelandesas (Housebound y Lo que hacemos en las sombras) y dos japonesas (Tokyo Tribe y Hunger Z), además de la estadounidense Burying the ex (de lejos, la más convencional de todas). Pese al ritmo de algunas de las producciones y el retraso de la programación, el día transcurrió con alegría gracias, una vez más, al salero de la maestra de ceremonias, Leticia Dolera.
Inexplicablemente, Housebound ha sido muy bien recibida por la crítica |
Pero vayamos por partes. ¿Qué se puede esperar de un film que incluye frases como “No puedes pegar a un ectoplasma? Pues, en principio, muy poco. O eso parecía durante la primera mitad de Housebound, que nos insta a preguntarnos cómo logró el primerizo Gerard Johnstone ser nominado al New Zealand Film Award y el Fright Meter Award a mejor director. Sin embargo, la cinta va despegando y, sobre todo, convenciéndonos de que los momentos ridículos no inspiran la risa por casualidad, sino que están planeados para ello. Aceptado esto, empieza a tener lógica lo forzados que resultan el montaje y las interpretaciones. Y, al final, esta cinta sobre una casa encantada, una huésped que no puede abandonarla por problemas con la ley y una adolescente tan rebelde como sensata se convirtió en una experiencia divertida, gracias, eso sí, a los comentarios irónicos que despertó en la sala (a destacar el memorable momento del rallador de tomate, bien enfatizado por Dolera). Aunque irregular, nada sutil y a ratos bochornosa, es la película ideal para ver con amigos. Resumiendo: tan mala que es buena.
La estética modernista de Tokyo Tribe contribuye al impacto de un musical más que peculiar |
A continuación, Leticia Dolera introdujo Tokyo Tribe contando una supuesta anécdota de su director, Sion Sono, quien, aparentemente, se citó con una amiga de la presentadora para comer y se puso a mear directamente en la mesa. Desconozco si se trata de una historia real, pero, viendo la película, no resulta del todo inverosímil: sin duda, la mente de este director japonés es, como poco, peculiar. Eso sí, su carrera es impresionantemente prolífica, e incluye interesantes títulos como Cold Fish (2010), Himizu (2011), The land of hope (2012) o Why don’t you play in hell (2013). O sea, que la locura de Tokyo Tribe está más controlada de lo que parece. Esta adaptación del manga de Santa Inoue sobre guerras entre pandillas tiene la peculiaridad de estar narrado en su totalidad a ritmo de rap, convirtiéndose en uno de los musicales más extraños de la historia. El estrambótico diseño de producción y las exageradas interpretaciones convierten al film en una experiencia psicodélica pero extrañamente envolvente. Y eso que las discusiones sobre el tamaño de determinada parte de los hombres (el corazón, según Dolera) atraviesan la vulgaridad para terminar en un terreno inexplorado. El público (que no esperaba un musical en un certamen como éste) no sabía qué pensar, pero lo cierto es que nos encontramos ante uno de los films más interesantes de la jornada.
El póster de Burying the ex juega con los géneros de la cinta |
Tras estas dos experiencias bizarras, fue un gusto descansar la mente en terreno conocido con Joe Dante, quien, en palabras de Dolera, sólo por Piraña (1978) y Gremlins (1985) siempre será un “Máster of Horror” (sí, pese a sus bodrios recientes). Su Burying the ex(literalmente, “enterrando al ex”) sería la típica comedia romántica de no regresar la exnovia del protagonista de los muertos con ganas de una eternidad de sexo y romanticismo. Vamos, que ha leído Crepúsculoy pensado “yo también quiero”. Precisamente una de las mejores actrices de la popular saga vampírica (Ashley Greene) es la encargada de encontrar a la molesta novia, enormemente ridiculizada por ser vegana y ecologista. No niego que el resultado de esto era a menudo hilarante, pero empieza a resultar cargante que se emplee el carácter ecologista de alguien como objeto de burla: tanto el veganismo como el ecologismo son caminos que se siguen con la intención de hacer de este mundo un lugar mejor y quien decida no seguirlos debería, al menos, cerrar el pico (sí, esto va también por algunas conversaciones desagradables que debí escuchar al término de la proyección). Para colmo, tampoco faltan los estereotipas sexistas. Dicho esto, contar con rostros conocidos como Anton Yelchine (protagonista de Como locos, de Drake Doremus, 2011) y Alexandra Dadario(heroína de la serie Percy Jackson) ayudó a que la cinta nos ofreciese un rato agradable.
Curiosamente, el cuidado cortometraje Safari contaba con la mejor calidad técnica de la jornada |
Hasta ahora, cada obra tenía sus más y sus menos, pero ninguna rozaba siquiera la perfección. Por suerte, la cuarta cinta de la noche superó con creces las expectativas. Se trataba de Lo que hacemos en las sombras, un falso documental neozelandés que expone en clave de humor la vida cotidiana de los vampiros modernos. Dirigida por Taika Waititi y Jemaine Clement, la cinta debería aprovechar el éxito actual del subgénero vampírico para llegar a las salas comerciales. Sin duda lo merece, pues, tanto el reparto (encabezado por los propios directores y Jonathan Brugh), como el guion y el plano visual son más que notables. Ya es firme candidata a mejor obra del certamen, aunque espero que Song of the sea, Cub y Under the skin no se lo pongan fácil. Por cierto, la proyección de la cinta fue precedida de tres cosas: el beso entre la pareja que ya se besó el año pasado (en este caso, para conseguir la entrada gratis para ella…), otro beso entre Dolera y un chico del público que afirmó que [·REC 3] era la mejor cinta de la saga (para quien ande perdido: Dolera es la protagonista de la irregularmente recibida obra) y el cortometraje español Safari, de Gerardo Herrero Pereida, enésima representación de un adolescente torturado que decide sembrar el caos en su instituto, metralleta en mano. Pese a lo manido el tema, se trata de una obra muy bien realizada e interpretada con un par de giros bastante interesantes. No en vano fue nominado al Goya a mejor corto de ficción.
En la línea de Battle Royale, Hunger Z explora el papel de la juventud en la sociedad japonesa moderna |
El día concluyó con la sesión golfa de Hunger of the dead (Hunger Z), revisión del subgénero zombi de Naoto Tsukiashi, en la que se echó de menos la presentación de Leticia Dolera (no quiero ponerme pesado, pero realmente su presencia engrandece el certamen). Tal y como cabía esperar, la película es bochornosamente gore, pero nadie esperaba tales muestras de romanticismo. Solo los japoneses podrían alternar planos estáticos de flores con música clásica con estridentes borbotones de sangre y diálogos terriblemente vulgares. De irrisorio carácter distópico, la película muestra una granja de humanos para zombis plagada de personajes excesivos en la que dos bellos jóvenes deben buscar la forma de sobrevivir. Aunque desagradable y algo pesada pese a su breve duración, la cinta cumplió su papel de locura de madrugada. Y, seamos sinceros, tras cuatro películas seguidas (cinco, contando el corto), esta era una forma perfecta de cerrar el día. Eso sí: no os molestéis en buscarla a menos que seáis fanáticos del género. Así concluyó el segundo día del Syfy 2015, ya titulado como “la muestra del amor”.
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