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La increíble épica

jueves, 29 de noviembre de 2012

Crítica: Batman

Un par de delincuentes de poca monta se esconden en una azotea después de golpear y robar a una pareja en presencia de su hijo pequeño en complicidad con la oscuridad de la noche, entre callejuelas humeantes repletas de mendigos. Uno de ellos habla de un misterioso murciélago que sobrevuela la ciudad en busca de criminales. Un caballero enmascarado hace una aparición teatral extendiendo las alas de su oscura capa. Los reduce con facilidad y le exige a uno de ellos que comente a sus compañeros del hampa la existencia del justiciero. El maleante le pregunta asustado: “Pero ¿quién eres?” Y el caballero oscuro le responde: “Soy Batman”.

Diez largos años fueron los que se tardó en conseguir relanzar en la gran pantalla la figura del Hombre Murciélago, creado por el dibujante Bob Kane y debutando con guión de Bill Finger en el número 27 de Detective Comics en mayo de 1939, ideado para engrosar la lista de la factura DC de nuevos superhéroes. En el cine primero llegó “Batman” (Lambert Hillyer, 1943), acompañado de Robin, conservando algo su aroma pulp y con cierto aire propagandístico debido a su producción en plena Segunda Guerra Mundial: Batman es un agente del gobierno y el villano un japonés, el Dr. Daka. Al éxito de ésta se le unió la tardía secuela llamada “Batman y Robin” (Spencer Gordon Bennett, 1949). Ambos films claramente de serie B. Después vendría la adaptación televisiva de la cadena CBS con Adam West como Batman y Burt Ward como Robin con un ángulo humorístico y pop. Las peleas descacharrantes y adornadas con las famosas onomatopeyas de acción llegaron a inspirar a los propios cómics que adaptaron ese tono camp. Sin embargo, los esquemas y las bromas empezaron a hacerse repetitivas en su segunda temporada y en la tercera acabó siendo cancelada después de 120 capítulos. Por último vendría, inspirado en la serie, el largometraje “Batman” (Leslie H. Martinson, 1966).

La vuelta a sus orígenes oscuros, siniestros y serios llegó de la mano de la Warner Bros en la década de los ochenta. La productora contrató a Tim Burton como director al que impusieron algunos actores, que aceptó gustosamente (el Joker para Jack Nicholson por consejo de Bob Kane y la reportera Vicki Vale para Kim Basinger), mientras que el propio realizador de “Bitelchus” quería a su amigo Michael Keaton (de nombre real Michael Douglas), un actor semidesconocido que otorgaría más misterio al personaje como sucedió en “Superman: La película” con Christopher Reeve.
El nuevo Batman era espectáculo, toda una superproducción, pero se movía entre cine de autor y cine de consumo. No hace falta decir que arrasó en taquilla y sería frívolo hablar de cifras astronómica de dinero que la mayoría no ganaremos en nuestra vida. Lo que importa es la herencia que dejó. Al igual que “Superman: La película”, el film de Tim Burton dio al personaje de Batman la historia y la popularidad que se merecía, y demostró que se puede compaginar creatividad con comercio. “Superman”, por su parte, demostró además que en una película de superhéroes tienen cabida las grandes estrellas como Marlon Brandon. Ese legado lo toma “Batman” con la incorporación de un actor de gran renombre como Jack Nicholson en el papel del Joker. Precisamente, buscando la mejor manera de hacer al caballero oscuro atractivo comercialmente, el equipo de producción decidió tomar como referencia “Superman: La película”. Para ello contrataron a Tom Mankiewicz, cuyo guión no convenció a Burton al considerarlo demasiado ligero y lo alteró con la ayuda de su novia de entonces, Julie Hickson. Entre sus aportaciones, Burton convirtió al Joker en el asesino de los padres del superhéroe (“¿Has bailado alguna vez con el diablo a la luz de la Luna?”, dice Jack Napier a un niño Wayne). Pero no fue hasta la intervención de Sam Hamm, cuando se dio forma definitiva a la historia. Más allá de retocar algunos personajes, Hamm ignoró la estructura a lo “Superman: La película” y comenzó la historia con Wayne ya como Batman, explicando su origen en retrospectiva, mediante flashbacks.

El gran acierto de Burton consistió en dar a los personajes un nuevo enfoque: el sarcasmo, el cinismo. El simple hecho de que el villano sea propietario de una fábrica de cosméticos ya nos saca de sitio. Joker es el ejemplo de que los malos son más felices y él es el más simpático de todos con cientos de afirmaciones ocurrentes: se dirige a los habitantes de Gotham como “tu tío el payaso”; “la vida me ha tratado bien” responde cuando unos mafiosos le preguntan por su constante sonrisa; “he de hacer tanto en tan poco tiempo”; “la pluma tiene más poder que la espada”; se considera el mejor artista homicida, convencido de hacer arte cuando mata a alguien; o “debemos ser fuertes para infligir dolor”. También resulta curioso como a Vicki le fascina Wayne por su dinero, a diferencia de Lois Lane que se enamora de Superman y no de Clark Kent ni de su dinero (aunque tampoco podría porqué no tiene).

En cuanto a la acción, sus secuencias son generalmente breves, a veces elípticas, al igual que las apariciones del héroe tomando más protagonismo el antagonista con el que guarda puntos comunes. Tanto Joker como Batman encarnan dos tipos de oscuridad. Mientras el Joker está inspirado en las fantasías negras del ser humano, Batman se inspira en las fantasías contrarias (luchar contra el mal siendo abogado, jurado y único juez, es decir, tomarse la justicia por su mano). El concepto original del Hombre Murciélago fue tomado por Kane de un teatral film de Roland West, “The Bat” (1926), en el que un ladrón se disfrazaba de murciélago. El Joker, por su parte, fue inspirado del protagonista de “El hombre que ríe” (1928), adaptación de una pieza de Víctor Hugo. Y el personaje de Vicki Vale fue creado por Kane después de conocer a Marilyn Monroe cuando se hacía llamar por su nombre real, Norma Jean Baker.

Este Batman de Tim Burton no está sacado directamente del cómic, sino que es la suma de todas las imágenes diseñadas por los diferentes dibujantes y de todas las historias escritas por sus diferentes guionistas a lo largo de los años. Por ejemplo, la indumentaria y colorido del Joker contiene una cierta estética de las historietas de los años cuarenta; los noticiarios televisivos son un guiño a la época de los seriales cinematográficos; o la batcueva está inspirada de los episodios más góticos de Neal Adams. Sin embargo, su influencia más directa y evidente son los cómics “Batman, el señor de la noche” (“The Dark Knight Returns”, 1986, Frank Miller), “Batman año uno” (“Batman Year One”, 1986-87, Frank Miller y David Mazzucchelli) y “La broma asesina” (“The Killing Joke”, 1988, Alan Moore y Brian Bolland).

Danny Elfman fue el encargado de una banda sonora de orquestación rápida y timbrada que crea la atmósfera adecuada. Todo lo contrario que la música original de Prince impuesta por los productores y que Burton la presenta de forma pasajera sin llegar a desentonar.

Otro gran elemento de la película es su grandeza arquitectónica fragmentada. La desnudez de ese infierno urbano que es Gotham City, una ciudad en la que casi nunca es de día, se inspira tanto en la arquitectura estilizada de la época del expresionismo alemán (“Metrópolis” es un ejemplo) como en el futurismo caótico de “Brazil” (Terry Gilliam, 1985). Una ciudad dotada de una esquizofrenia que encaja a la perfección con la locura que empuja a sus protagonistas a enfrentarse entre ellos. La recreación del estilo art deco lo vemos en entradas y fachadas, mientras que el diseño espacioso y petreo lo apreciamos en la batcueva repleta de artefactos de tecnología punta (las entrañas oscuras de la mansión Wayne). Por ello, “Batman” ganó el Oscar en el apartado de mejor dirección artística en 1989.

A parte de los trajes, las armas y los gadgets, Batman cuenta con su batmovil y su batavión. El primero es obra de Furst, Burton y los técnicos John Evans y Terry Ackland-Snow. Mucho más sobrecogedor y sofisticado que el de la serie de televisión, tiene hasta vida propia; el control remoto hace que se autoconduzca o que se proteja con una armadura que cubre cada rincón de la carrocería.


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