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La increíble épica

viernes, 11 de mayo de 2012

Lessons of Evil

El cine de Takashi Miike aunque algunas veces baratillo siempre posee el personal e inconfundible toque de este gamberro cineasta nipón. Su producción es enorme y aunque a veces es bastante irregular, casi siempre ofrece a su público lo que este espera, es decir, “ida de olla” y sorpresas estilo Miike. Lo último que había visto y disfrutado del amigo Takashi fueron esas incursiones en el cine clásico samurái tituladas: 13 Asesinos y Hara-kiri: Muerte de un Samurái (remake casi idéntico de la obra maestra de Misaki Kobayashi). A pesar de ser dos obras estupendas (sobre todo la primera de ellas) se alejaban bastante de las coordenas psicotrónicas y alucinadas del Miike más desbocado.

El año 2012, fue un año prolífico para el cineasta japonés, pues dirigió tres películas para la pantalla grande (entre las que se encuentra Lesson Of The Evil) y un episodio para la serie de televisión Q.P., que adaptaba un manga de Takahashi Hiroshi del que Miike ya había llevado a la pantalla grande las dos entregas de sus cuervos (Crows Zero y Crows II).

En Lesson Of The Evil, el bueno de Miike adapta personalmente una novela de Kishi Yusuke (hecho este un tanto singular porque no suele involucrarse en tareas de guión, tanto es así que desde el año 2007 con Sukiyaki Western Django que no se enfrentaba al folio en blanco). Se nos cuenta la historia del perfecto profesor Seiji Hasumi. Inteligente, guapo, simpático y agradable profesor de inglés de instituto, que se preocupa tanto a nivel académico como personal por sus alumnos, implicándose mucho más de lo que su sueldo le exigiría por solucionar los problemas que estos puedan tener. El instituto, posible metáfora de la sociedad japonesa, esconde bajo una falsa apariencia de normalidad y tranquilidad, una realidad turbadora repleta de miserias en forma de acoso escolar, vejaciones sexuales, redes clandestinas para copiar exámenes, vidas frustradas, etc. En este contexto, el verdadero Hasumi, un psicópata sanguinario y cruel aflorará para impartir una lección que nadie olvidará.

Este thriller brutal nos devuelve al Miike más despiadado, y nos remite a una de sus mejores obras, Audition, tanto por la estructura de la película (claramente dividida igual que aquella en dos partes) como por la planificación de algunas escenas. Y aunque contiene alguna bizarrada y suficientes momentos delirantes se aleja de los parámetros transitados por otras obras como Gozu o Visitor Q.

En su primera parte se nos narra de forma pausada (que no lenta, pues no paran de suceder cosas) las relaciones entre los diversos miembros del instituto, así como va desvelándose la verdadera personalidad que cada uno de ellos esconde bajo una máscara de cordialidad impuesta por las normas sociales. Poco a poco el profesor Hasumi (interpretado por Hideaki Ito, que ya trabajo con Miike en la mencionada Sukiyaki Westren Django) tendrá la necesidad de escapar del caparazón que se ha impuesto y dejar que la violencia que alberga en su interior se materialice. Es en una segunda parte, memorable, donde Miike vuelve con su arrolladora fuerza visual y nos regala 50 minutos de violencia gráfica y orgía de sangre que no olvidaremos (pese a la ausencia de vísceras y mutilaciones en primer plano). Hasumi se transforma en un ángel purificador que va dando caza a todos aquellos que se encuentra a su paso con una escopeta, que cada vez que dispara atruena cual yunque golpeado en nuestras cabezas (dejando a asesinos reales como Eric Harris y Dylan Klebold los perpetradores de la masacre de Columbine o al más reciente Anders Breivik, como meros aficionados). No sólo es eterna la cacería, sino que su espectacular realización nos sitúa como espectadores privilegiados en el epicentro de la fría y sádica matanza, pero sin la capacidad de intervenir para frenarla.

Porque no nos engañemos, lo que nos cuenta Miike es mucho más que su turbador thriller hipersangriento sobre asesinos en serie, con elementos de mitología escandinava, referencias visuales a la nueva carne de Cronenberg y con un reiterado uso (también como leit motiv argumental) de la canción “Die Moritat von Mackie Messer”compuesta a principio del siglo pasado por Bertolt Bercht y Kurt Weill para “La ópera de los tres centavos” (es alucinante cómo con semejantes cócteles este tipo es capaz de sacar a flote y de forma magistral sus propuestas). La cinta nos habla del mal en estado puro, nos escupe la terrible realidad de que el ser humano es el monstruo más depravado, salvaje y sanguinario que hay y lo que es más aterrador, que cualquiera puede ser ese monstruo. Porque no hay que olvidar que la gran treta del diablo es hacer creer a todos que no existe.
Es evidente que no es una película perfecta, no se atan todos los cabos de forma satisfactoria (de hecho algunas tramas se obvian, como la investigación policial), puede resultar algo confusa al inicio y desde luego deja mal sabor de boca pues al finalizar quieres saber mucho más, pero es un producto muy bien facturado, entretenido y con la suficiente mala hostia y humor negrísimo como para hacer pasar dos horas estupendas a los amantes de las experiencias (asiáticas) extremas (difícilmente una cinta como esta se podría rodar así en EE.UU.).

Así que aquellos que tengan la oportunidad de acercarse al próximo Festival de Sitges que no pierdan la ocasión para disfrutar de esta obra (en una sala cinematográfica debe ganar aún más enteros), la cual no defraudará a los seguidores de Miike y resultará un acercamiento interesante al personal universo de este prolífico y polémico director de aquellos que aún no lo conozcan.




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